viernes, 31 de enero de 2020

Cuentacuentos.


CyTwombly 


No me gustan los niños, nada.
Me gustan sus madres, algunas. 
No me gusta nada este niño, el hijo de mi hermano mayor y de Sandra.  
Me gusta Sandra.

Mi hermano es un alto ejecutivo, un prepotente, un chulo que cree poder comprar mi tiempo con cincuenta putos euros solo porque estoy en el paro. 
Quédate esta noche con el niño que tenemos cena y así te ganas la vida, vago. Ah y no bebas, no des mal ejemplo al sobrino.  Volveremos a la una, más o menos. No fumes en casa.

Si por lo menos este llorón jugara a la Play, pero sólo sabe llamar a su madre y dar la vara.
Las nueve y treinta y uno pm, lo que me queda.
Me aburro.

Ven, ¿que quieres?
Anda, no llores, te cuento un cuento.
Siéntate aquí.

(¿Que le cuento a este crío?)

Verás, érase una vez un caballero con una armadura del color del oro. Era muy fuerte y todos los dragones de la comarca estaban atemorizados del poder de su espada y su lanza. En el reino era invencible, hasta el mismo rey se sentía atemorizado en su presencia.  Era orgulloso, extrovertido, humilde, humano, excéntrico, panteísta, toxicómano, sinvergüenza, psicodélico,  bastante fiestero, estraperlista, rockero y un poco ornitólogo, dos cursos y el tercero sin acabar.

(Ya no llora)

Este caballero salía cada noche en busca de guerreros contra los que pelear y torneos y justas con princesas asomadas al pretil de calles con humo y automóviles ardiendo y torvos delincuentes y mujeres masticando frustraciones  y miedo, perros ladrando en los caseríos y déjame que te cuente, limeña.

(Se esta durmiendo)

Una vez, hace un siglo más o menos el caballero encontró a una bella dama, rubia y aficionada a la cerveza, a las confidencias a la luz de la luna y su galán la había dejado delante del escaparate de una tienda de electrodomésticos y se consolaron mutuamente y aquella noche mágica y su cuerpo con pecas en la espalda y lobos que aullaban en un bosque cercano y gigantes presentidos que daban miedo y...

(Ya se ha dormido)

El caballero no volvió a ver a aquella bella dama, rubia y melancólica y los días pasaron con castillos vacíos y gatos reptando por el borde de tejados con nieve y soledad y sueños imposibles y tanto dolor solo por una absurda noche que seguro que ella no recordaba hasta que un día, aciago, pintado de negro y ya nunca, la dama apareció al lado del hermano del caballero y resulta que los dos habían sido felices y comido perdices y luego se casaron y tuvieron un hijo y no me gustan los cuentos y no me gustan los niños.

1 comments :

Eduardo Mancilla dijo...

Sensacional, me gané el día con ésta lectura. Gracias y saludos. Eduardo.

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