La invasión de las liebres.Sugestión.
Fue duro abandonar las palabras, dejarlas ahí,
arrinconadas, envueltas en una bolsa de papel de estraza marrón con manchas de
pescado y patatas fritas.
Los otros pasaban indiferentes, doblaban la
esquina silbando, mirando sus relojes y su apatía. No recuerdo si llovía.
En el bolsillo interior de la chaqueta, al lado
del bolígrafo Cross que me regaló Isabel guardé solo una, saudade.
Me dolían los músculos del alma, la máscara de
las venas, el alma y tiempo que dediqué a tantas cartas de amor, húmedas y
delicadas. Nada, no fueron las flores del desencanto la causa de la bebida,
digan lo que digan esos.
Hablemos de ahora, hablemos de hoy, de las
mentiras estructuradas y de los labios, del movimiento progresivo de las
liebres y de la sed que excedía el cuerpo del exilio.
Y ya está, todo esto no es nada sin las palabras
de alrededor.
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