Fahrenheit 451
Fahrenheit
451
Ray
Bradbury.
Era
estupendo quemar
…Constituía
un placer especial ver las cosas consumidas, ver los objetos ennegrecidos y
cambiados. Con la punta de bronce del soplete en sus puños, con aquella
gigantesca serpiente escupiendo su petróleo venenoso sobre el mundo, la sangre
le latía en la cabeza y sus manos eran las de un fantástico director tocando
todas las sinfonías del fuego y de las llamas para destruir los guiñapos y
ruinas de la Historia. Con su casco simbólico en que aparecía grabado el número
451 bien plantado sobre su impasible cabeza y sus ojos convertidos en una llama
anaranjada ante el pensamiento de lo que iba a ocurrir, encendió el deflagrador
y la casa quedó rodeada por un fuego devorador que inflamó el cielo del
atardecer con colores rojos, amarillos y negros. El hombre avanzó entre un
enjambre de luciérnagas. Quería, por encima de todo, como en el antiguo juego,
empujar a un malvavisco hacia la hoguera, en tanto que los libros, semejantes a
palomas aleteantes, morían en el porche y el jardín de la casa; en tanto que
los libros se elevaban convertidos en torbellinos incandescentes y eran
aventados por un aire que el incendio ennegrecía…
Sólo
resta mencionar una predicción que mi Bombero jefe, Beatty, hizo en 1953, en
medio de mi libro. Se refería a la posibilidad de quemar libros sin cerillas ni
fuego. Porque no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de
gente que no lee, que no aprende, que no sabe. Si el baloncesto y el fútbol
inundan el mundo a través de la MTV, no se necesitan Beattys que prendan fuego
al kerosén o persigan al lector. Si la enseñanza primaria se disuelve y
desaparece a través de las grietas y de la ventilación de la clase, ¿quién,
después de un tiempo, lo sabrá, o a quién le importará?
Prefacio
de Ray Bradbury, Febrero de 1993
Estoy de acuerdo. Me he
apuntado a un curso de esos, bomberos que queman libros. No valen para nada, los libros, no
lee ni dios. Mejor fotografías, de lo que como, de lo que bebo, de cómo me
visto, me maquillo, de con quién me acuesto y con quién me levanto, la Virgen
María y el Espíritu Santo. Fotos de puestas de sol, de amaneceres, de perros,
de gatos, de flores, de gusanos, de los viajes, que no salgan viejos, de lo bello. Etcétera. Esta mediodía
ya he quemado uno, Cien años de soledad, en la bañera, cómo ardía. Mañana más.
Nos han prometido que al final del curso quemaremos la biblioteca municipal del
pueblo. Qué ganas.
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