lunes, 25 de abril de 2016

Mr President.



Al amanecer los monos aúllan en los manglares, quiero ser Presidente de los Estados Unidos de América.

Quiero que Bukowski revivido me vote, y Jean Louis Trintignant, nacionalizado, las buenas gentes de Ohio, de Missouri, de Carolina del Norte, nihilismo y emancipación, el viaje hasta la Casa Blanca como determinación, como se acaricia un sueño, una venganza, peregrino, transeúnte, poner mis zapatos sobre el borde de la mesa de nogal del despacho oval.

Sonidos de cucharillas de plata en platos de porcelana, tarta de arándanos, me corresponde aprender por correspondencia un inglés perfecto, decir yes mientras miento, asiento, sonrío, siento la ontología regional de la liquidez, un Presidente con un búho sobre el hombro del hombre más poderoso del Universo, con un teléfono rojo envuelto en barras y estrellas para hablar con Putin de lo nuestro.

Café, tostadas con mantequilla de cacahuete y mermelada de frambuesa, esa, en la juventud del día, mientras decido qué he de firmar, guerras expandiéndose de oriente a occidente, nubes de oro sobre la sangre ajena, diarios con salpicaduras de ojén, extractos de esferas de calor y los congresistas aplaudiéndome mientas viajo en tranvía.

Envejecer el lienzo sobre el que sueño, obtener pigmentos, disolver tinta china sobre tinta vieja, someter al horno la tela donde dibujo este proyecto, pegar pelos de castor canadiense de pinceles ajenos, manipular, elaborar mi candidatura, con un pájaro en la boca quiero ser Presidente (de los Estados Unidos de América), quiero una Lewinsky que saque lo mejor de mí.



Van Meegeren consiguiendo craquelados peculiares de cuadros de turbios anocheceres del siglo XVIII, ser el primero en la cola que hacen los valientes cuando mueren un dictador (Sanguinetti said), orgullo en las arterias, espejos inmóviles, escaleras de piedra y mimbre, balcones amarillos, votantes enajenados, damas de mediana edad con angustia vital, vitalicia, bajo una sábana luminosa quiero que Marilyn me susurre míster President, tener la facultad de pulsar un botón negro y mandar el mundo a picar billetes.

Aunque la lírica de está anábasis, organizada en oleadas salmódicas e iteraciones verbales, esté asaltada por elementos despoetizadores (crónicas y digresiones ensayísticas, cuando no ganga informativa), aunque la fluencia discursiva esté interrumpida por la intersección de planos parece concebida para ser escuchado en recitativos envolventes (*) quiero ser Presidente de los Estados Unidos de América.





(*) de una crítica de Ángel L. Prieto de Paula

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