miércoles, 14 de enero de 2015

Entonces llegó la oscuridad.


Las obediencias del cuerpo:
los muertos –nuestros muertos-
 
siempre insistiendo, aferrándose a la vida.
 

(Salvador Oliva)





En la habitación flotaba un olor de fresas germinadas.

De la cocina llegaba la sombra fría del jabalí muerto.

La mariposa se posó sobre el durmiente.

No sin ternura, el verdugo apartó un mechón de cabellos que cubría su frente, afiló las palabras y, erguido, habló durante mucho tiempo en un lenguaje incomprensible.

La tristeza se aposentó sobre los muebles y las flores en el centro de la mesa.

La falta de serenidad asomó su zarpa y estableció un código nuevo, implacable, comenzaba la era del desconcierto.

El idioma como pretexto de la opresión, la voz antigua como arma, la burda comunicación con cien palabras, el ruin engaño.


Entonces llegó la oscuridad.




1 comments :

Encarna C dijo...

Nada de oscuridad. Creeme. Buenas noches Pedro

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