Columnas clandestinas.
Resulta que estaba
ahí, en alguna parte, apareció por sorpresa.
El resto es esta
historia donde están metidos, que les sube y baja, les lleva y apenas pueden
dejar de mirarla, tanto les atrae, les atrapa, les ata, les libera, les
emociona, les une.
Dice esto y sabe
que no es lo que quiere decir porque no tiene palabras para definir el milagro
que se ha producido entre ellos, esta mutua atracción que les enfrenta como en
un espejo donde se miran y se beben, atónitos que sea así, de toparse con que
la vida tuviera este recodo para saber más, para encontrar un misterio que
brilla, una verdad, un acertijo, porque… ¿por qué ahora?, ¿por qué a ellos?
Tiene una
incertidumbre, ¿hasta cuándo?
Pero mientras se
apoyan en las columnas clandestinas, se abren el corazón, se cuentan la vida a
chorros, lo más íntimo, lo que nunca antes han contado y se comprenden, se
quieren más, se saben, se miran confiados y gozosos, nuevos, otros, amigos,
hermanos, agotados de tanto amarse. Se viven.
Aunque él, en el fondo
de su alma tiene miedo de defraudarla, de no llegar, de no saber, de no culminar
la faena, como un mal torero al que se le escapa el toro y lo devuelven a los
corrales.
Pase lo que pase,
no quiere pensar en ello, no ahora, quiere seguir así, sin saber el truco, el
engaño del prestidigitador, por qué salen tantos objetos de la chistera, por
qué aparece un piano colgado en mitad del escenario, por qué están los dos tan
absortos en ellos mismos.
Y sigue la fuga
silenciosa.
2 comments :
Un encanto de escrito. Buenas noches Pedro.
Muchas gracias, Encarna C, lo tuyo es fidelidad lectora.
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