Una libélula en los pulmones.
En el prólogo de un día feliz
cualquiera, aún de madrugada, cuando salgo a caminar, el cielo está herido de
estorninos y reflejos de sangre, la música me lleva a buen ritmo, no pienso,
solo camino al lado de la ría melancólica en su pleamar o bajamar y cormoranes
que se sumergen buscando anguilas ciegas o peces despistados, gaviotas que se
escapan cuando paso y los gorriones disputando el pan a las palomas que todo lo
ensucian//eso es, cada día// tengo el amor entre los dientes, un rumor, tengo
un insecto en los pulmones como otros tienen un rencor, un ideal, una promesa,
yo tengo una libélula, un paleóptero
caprichoso escondido entre los alvéolos y el miedo al rayo de lo inoportuno, un
contraste entre los árboles petrificados en mi corazón y la desilusión del
óxido de la eternidad, algo parecido a esas conversaciones en las noches con
paraguas abiertos a las estrellas fugaces, recolectores de miradas y la verdad
es difícil de creer que todo esto sea cierto// no lo es, algunos días// anoche
hablé de tú a tú con un hombre que llevaba una patria en los ojos, una semilla
de su verdad, me adulaba en una especie de ir y venir, que si esto, que si lo
otro, al final resultó que era como yo, pensaba como yo, tuve que discutir,
enfrentarme, eso no me lo dice usted en la calle, y me lo dijo, el vínculo, los
cerezos, el motivo de llevar aquel jersey verde, los ruidos del alma en una
habitación cerrada, no llegamos a las manos detrás del espejo// puede ser, o
no// gramática y diccionario para llenar el hueco del miércoles sin ningún otro
sentido que la rutina, la promesa que me hice de estar aquí cada día, que
paciencia, señor, mi libélula hiere las benignas
fibras del cerebro, los pilares del puente hacia el optimismo con hambre y no
sé qué más puedo decirte, Gigliola, tú sabes ya muchas más cosas que yo.
0 comments :
Publicar un comentario