Bordados celestiales.
Hablamos de devastación cuando hay un saqueo que se
extiende a todo, que no termina, que no conoce límites y es en función de esa
estructura que un hombre puede ser la pareja-estrago de una mujer, para lo
mejor y para lo peor, porque en la palabra ravage (estrago, devastación) hay
ravie (deslumbrar)... Entonces un hombre puede ser una devastación para una
mujer, pero puede ser también el modo por el que acontece su deslumbramiento. (Jacques-
Alain Miller)
Hoy
ya no puedo hablar, el cruel silencio esquimal me abraza con su manto blanco.
Sentado en el zócalo, en el centro de la derrota, a contracorriente de aquello
que amo, de aquellos que me amaban. Buscando un grito con filis que despierte
al mundo qué, quieto, me mira dubitativo sin saber si continuar girando o
perderse en los agujeros de otro universo, explotar o resbalar por el borde de
lo infinito. Inocente, cándido mundo que daba volatines alrededor de unas
ideas, absorto en su estrella única, convencido que estas ideas eran la suma de
las constelaciones, el todo.
Esta
es otra página de la herida. Extiendo el antídoto de la caricia, del recuerdo
amoroso por sus esquinas desamparadas, con sangre seca y estéril, la carne
rota, clavo una rosa espinada en lo íntimo de su latente dolor. Un serafín
filósofo, filantrópico, con estrabismo y acné, toca la trompeta sentado en una
cornucopia, ajeno a esta trivial debilidad humana.
Se me ha ido la cabeza a pasear y no sé si volverá para la comida. Lástima, Françoise Hardy tenía mucha ilusión de que estuviéramos todos juntos a la sombra de la luna, celebrando que ayer fue Navidad y además –noticia- mis espermatozoides negros ya han superado su complejo y chatean despreocupadamente con los blancos (o eso dicen ellos).
Se me ha ido la cabeza a pasear y no sé si volverá para la comida. Lástima, Françoise Hardy tenía mucha ilusión de que estuviéramos todos juntos a la sombra de la luna, celebrando que ayer fue Navidad y además –noticia- mis espermatozoides negros ya han superado su complejo y chatean despreocupadamente con los blancos (o eso dicen ellos).
Sin
embargo lo real es este silencio, señor airado, hueco, espacio sin nada, el
vacío, lo que no es. También en él hay belleza, esperanza, melocotones, ruegos,
incienso, lirios, invisibles arpones clavándose en la ballena varada en la
playa de un amor agonizante.
Oh,
l´amore ci cambia la vita.
Aquí
estamos, es jueves y he pasado una noche con insomnio y suspiros, con oscuros
pensamientos que se diluyen en la alborada.
Me sangró, madre, el otoño, me quemó la nieve;
Busqué mi corazón para que llore, encontré el aliento, ay, del verano;
era como tú...
Me vino la lágrima. Tejí el pañuelo.
(Paul Celan)
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