Laura Sam.
El amigo Bolo (que grande)
organiza los primeros miércoles de mes el Poetry Slam en Luz de Gas (C/Pelota,
6 – Casco Viejo de Bilbao). Allí se juntan poetas que quieren decir (se) en
tres minutos. Cinco personas escogidas al azar entre el (numeroso) público les
puntúan. Gana uno y ganan todos, no es una carrera, es compartir sentimiento y arte
(a veces). Entre todos, poetas y público lo consiguen, triunfa la poesía.
Cada mes suben al estrado más
voluntarios y voluntariosos rapsodas. En general, con buen humor pero con
respeto general cada uno tiene su tiempo. El público ríe, habla, aplaude,
anima, participa, rara vez muestra desacuerdo, colegas en la poesía. Solo un
pero, hay una aplastante mayoría de gente con poca edad, sin complejos,
natural, espontanea, que se comen el micrófono y su miedo y recitan (joder, qué
envidia). Alguno de los que tienen/tenemos mucha edad estamos ahí, medio
camuflados, casi suplicando un saludo para no sentirte extranjero, intruso
(quizás exagero).
Ayer, empezó el recital Laura
Sam, la vencedora de la última Poetry Slam. Fue recibida con gritos de ánimo,
aplausos y algarabía entre sus amigos y admiradores que eran muchos. Empezó su
poema con naturalidad y oficio, fueron cesando los murmullos. Siguió desgranado
verso a verso contagiando el sentimiento. Entre un silencio absoluto,
respetuoso, cómplice, leyó este poema que dejo arriba y nos emocionó (a mí al
menos). Termino y aplaudimos, (todos). Después, los siguientes, con el máximo de mis
respetos, subían y bajaban del estrado pero la marca estaba muy arriba. Terminé
mi cerveza y me fui. Con ustedes Laura Sam, poeta.
No sentir nada.
Planeo acostada
mi estampa imaginaria
frente al espejo,
bajo el techo,
entre las paredes,
sobre el suelo.
No siento nada.
De pie, tumbada.
Necesito fingir que olvido,
que amo,
que sonrío,
que vivo.
Necesito fingir que huyo de algo,
que estoy aquí soñando con allá
que allá sueño este sitio.
Fingir que te he entendido,
que succiono la compulsiva levedad
del paso tuyo,
que atravieso acaso con los dedos
el murmullo
del falso telón de un ocaso
que ya cayó.
Paso.
No lo recuerdo.
No siento nada.
No sé si terminó la función,
si alguna vez, empezó todo esto.
El tiempo se niega como un invierno,
con la luz del cuarto apagada
cuelgo de un hilo el sueño que no alcanzo
y sobre un lienzo me abalanzo
y trenzo la madrugada,
horizontal la trama,
vertical la urdimbre,
pintada en el centro
tu frágil sonrisa de mimbre.
Y otra vez, Diciembre.
Las horas, míralas, absortas.
Afuera del cuerpo nada.
Sólo humo, oscuridad.
Qué importa.
Me tiembla un reloj por dentro.
Desde la planta del pie hasta la aorta,
y sobre el escritorio, una presencia,
pura, sin cortar.
Migajas sobre las manijas que
inhalan un vacío perpendicular,
aprieto este espacio mío,
un precipicio horizontal a mi esqueleto,
lo exhalo circular a lo real,
ceniza de un silencio
paralelo a este secreto.
Esto que oculto, es lo que siento.
Esto que oculto, ¿es lo que siento?
Lo que enseño es lo que finjo
Y por más que sufro
ese dolor, no es verdadero.
Pues
no siento nada,
bajo el techo,
entre las paredes,
sobre el suelo.
De pie, tumbada.
Frente al espejo.
Sin fin, amanezco.
Un pasado.
Se queda en la cama,
me despierto.
Me inclino, me acerco,
ronroneo en su oído:
“No siento nada,
¿sabes? Estoy curada”.
Y estiro un suspiro desde la puerta
hasta la almohada.
Hiende mi soledad
debajo de cada fragmento
de piel que se me escapa;
por los costados,
bajo el techo,
entre las paredes,
sobre el suelo,
lo veo partir…
y no sé hacia dónde.
(Ilustración de su blog Maldita)
2 comments :
Qué envidia, me hubiera encantado estar ahí.
Con Laura Sam y con el resto.
El ambiente, el motivo, la compañia, esas cosas que me desatan la envidia, de "invidere", de querer ir hacia, de poner la mirada sobre.
Pero no entiendo que te sintieras "intruso", tú, que subes
todos los días a esta palestra de multitudes con historias y poemas propios o ajenos en verso libre o atado, que - por poner un ejemplo de un largo etcétera- actúas como actor principalísimo en vídeos que dirige tu hija con músicas de jóvenes como el más jóven de todos ellos.
Eso, que no lo entiendo.
Es sencillo de entender, Magnolio, todo es para que alguien como tú me diga esto. No te das cuenta que es justamente lo que espero. Un beso.
Publicar un comentario