miércoles, 7 de noviembre de 2012

Everyday.



¿Por qué amo tu locura,
tu desparpajo, tu falta
de reloj y tus atajos
cuando estoy prácticamente a punto
de caer de cabeza en el abismo?

O sea en ti. Pero no sólo
eso: hay mucho más de ti que quiero
y no revelo. Esa lámpara
que enciendes en el fondo.

Eduardo Milán.



Memoria. Esperaba a Begoña en una esquina de su barrio. Las vecinas me saludaban al pasar. ─Hoy tarda ¿eh? Era casi un niño. No recuerdo en qué pensaba. Canturreaba. Miraba la raya del pantalón largo, me atusaba el pelo. ─Ama, ¿voy bien peinado? Hablo de antes de todo, de un lugar preciso en un tiempo preciso. Ella bajaba tarde, ni me miraba y seguía caminando. Me ponía a su lado, o siguiéndola, sin hablar. Mi amor no necesitaba palabras, tampoco sabía las que debía utilizar. Era verano o invierno, siempre estaba ahí, en aquella esquina, esperándola.

Paseábamos junto a las vías del tren, de la mano. Nos besábamos en los cines, junto al depósito de agua, detrás de las zarzas, en lo oscuro. Descubrimos la buhardilla mucho más tarde.

La anciana nos cobraba una miseria. Cuando llegábamos se iba, con su gato. El cuarto era humilde, escueto, limpio. Del patio llegaba el soniquete del rosario en una radio.  

Nos acariciábamos en silencio.

Mi amor era invisible, mi deseo un acantilado, mi cuerpo arrinconaba al espíritu extasiado que pugnaba por la pureza de una voz de tronos y dominaciones. Ella defendía su primera vez. ─No estoy preparada ─ decía ─.    

Las manos, mis  manos, aunque inexpertas en botones y presillas, eran atrevidas y rápidas, audaces en encontrar suspiros y jadeos, en perderse bajo los límites de su falda, de su boca entreabierta, en humedades y rocío. Hablábamos poco. Mirábamos nuestros cuerpos desnudos como dos estudiosos de anatomía. Nos tocábamos despacio, ella no tenía prisa.

Quizás fui torpe, ansioso, no supe, quizás estaba demasiado preparado, me precipité.

Se enfadó.

No volvimos a la buhardilla.

No volví a esperarla en aquella esquina.



­─Te has cortado el pelo. ─le dijo la anciana ─

─No señora, no me ha visto nunca antes, me llamo Carmen, ¿cómo está usted?

Se fue y nos dedicamos a lo nuestro. Con ahínco. Los dos teníamos prisa.



Glup 3.0


10 comments :

Anónimo dijo...

Buen texto, y me encanta la estética del blog, la cabecera , y la musica.

Llaeza dijo...

Cuando nadie nos vea, sube al desván :)

Pedro M. Martínez dijo...

Yo también te quiero jordim, muy bueno lo tuyo, gracias por dejarme entrar, intenso y bien escrito, un desparrame de buena literatura, olé tú. Un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Llaeza, tan lejos, subo pero ¿qué haríamos?, puedo contarte chistes, hacerte muecas, dar volatines, imitar a los delfines (me sale muy bien).
Sabes qué?, mejor no subo, anda, baja tú, paseamos, no importa que nos vean, creerán que soy tu abuelo (lo malo será lo de la baba, se me cae, ya).
Jajajajajaja, Llaeza, cuánto tiempo sin saber de ti´, ¿eres feliz?, ¿te sonríe la vida?, ¿añoras Asturias?, ¿hay vida más allá de la frontera? yo qué sé. Muchas gracias por el toque. Un beso.

Llaeza dijo...

Mi abuelo, desafortunadamente, no sabe ya de desvanes ni de imitar a los delfines (nunca ha sabido).

Bajo, paseamos, nos agarramos de la mano para ponernos al día. Soy feliz, y cuando la vida no me sonríe, le sonrío yo a ella (lo demás, síes accesorios)

Te beso en la frente, como a un niño, que es lo que eres :)

Pedro M. Martínez dijo...

Llaeza, me alegra muchísimo este mensaje, está lleno de cariño, muchas gracias. Qué susto cuando creía que no tenías brazos, pobrecita mía. Qué alegría cuando vi que sí los tenías y tan largos y tan bonitos.
Este niño viejo te quiere mucho desde hace mucho tiempo y eres una persona llena de maravillas por dentro y por fuera.
Besarte en la frente me parece un poco fuerte, ya buscaremos otro destino.
¡guapa!

Pedro M. Martínez dijo...

zUmO dE pOeSíA (emilia, aitor y cía.), no sé si eres Emilia, Aitor o Cía, en cualquier caso te (os) diré que sí que paso por vuestro blog. Mira, gracias a él me he enterado de la muerte de García Calvo (pobriño, 86 años tenía). Ahora bien, debo precisar que lo que les ocurre a los pimientos de Padrón es que unos pican y otros no, si te toca el que pica vas mal. Gracias majos, un abrazo.

Pedro M. Martínez dijo...

Magnolio, adorado, me postro bajo tus ramas como un adolescente que aún cree en las hadas y conjuros, en la pureza de lo que era y te digo que sí, que no, lo de la razón, pero mi página glup 3.0 es un arcón llenito de tesoros de todo tipo, visuales y musicales, con mujeres que leen y mujeres desvestidas y todo de todo (una radiografía de lo que me gusta, ahí sí que estoy desnudo). Te beso como te besaría si no fuera por los kilómetros y la muralla y el guardián de las mazmorras y tantas cosas que dicen que no, la moral, el clima, mis labios desentrenados (qué rabia, yo que gané un concurso de besos en Wisconsin, ay), lo inestable del deseo (que hoy deseas a B y de repente a C, o D, o H llámalo X). No hay manera. O sí.

mirada dijo...

Qué gusto da leer como siempre.

Pedro M. Martínez dijo...

mirada, claro, es que llevabas mucho tiempo leyendo de derecha a izquierda y no te enterabas de nada. ahora mejor ¿a que sí? (jajajaja)

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