viernes, 11 de diciembre de 2009

Inés.



Hace calor en Buenos Aires, pero no demasiado. Esta mañana he salido a pasear por la Avenida del Libertador. He recorrido la verja de la Escuela de Mecánica de la Armada, con sus impolutos edificios blancos -¿qué maldad se escondió dentro?-. Después he ido a la Recoleta, he tomado cerveza en La Biela, en el Café de la Paix, he leído Clarín bajo un gomero y he almorzado en Lola.

¿Donde estará? La he buscado sin cesar. Con la fotografía de aquella noche de fiesta he preguntado a los transeúntes. Nadie la conoce, nadie la ha visto. ¿Existe? Plantado en la calle Posadas, justo en la esquina Schaiffino, con los brazos en cruz, en una mano la foto, en la otra su nombre, he comenzado a recitar a Juan Gelman:

Esa mujer pide limosna en un crepúsculo de ollas
que lava con furor
con sangre
con olvido.

La gente me ignora, se apresura, no me ve -¿no me ve?-.Algunos dejan una moneda a mis pies. Quizás mi aspecto les intimida. Quizás mi calva me confiere un aspecto de fiereza que no disipan mis palabras, mis preguntas. Un hombre, elegante, serio, de edad incierta, me mira, mira la foto, me toma con suavidad del brazo y me retira de esa esquina. Comienza a llover y el hombre me sugiere el Florida Garden. Allí tomamos una copa, se presenta, me pregunta, le cuento, me cuenta, hablamos, tomamos otra copa, no la conoce, no conoce a nadie, yo no conozco a nadie, Buenos Aires es una ciudad inmensa y la vida ha comenzado a fluir por otras calles, por otras gentes, por otro mundo. Después de beber puedo continuar con Gelman:

La esperanza fracasa muchas veces
el dolor jamás.

Ese hombre me mira desde sus años de no saber y llora, sin aspavientos, lágrimas limpias corriendo por su rostro que ignora. Me invita a cambiar de sitio, me sugiere buscarla en otros escenarios. Salimos, mareados. Un taxi nos lleva por calles interminables, desconocidas, muchas, una eternidad de avenidas, esquinas, barrios. El coche se detiene en el fin del mundo, un extrarradio, en la divisoria entre Pompeya y Parque Patricios, cerca de la cancha del Huracán. Entramos en el bar del Chino, lleno de humo, las paredes con fotos y carteles amarillos, muchos de Gardel, claro. El Chino regenta el local, atiende las mesas y a veces canta tangos en un extremo de la barra. Bebemos, más, rodeados de extraños compañeros de este viaje entre las botellas con polvo. Al fondo una mujer mayor canta milongas mágicas, antiguas. Nos abrazamos, sin recato, sentimentales perdidos.

El hombre desaparece, no sé quién era, no sé quién soy, hace tiempo que me he perdido, el alcohol me ha borrado la búsqueda, sólo me queda este lento discurrir del tiempo, este preguntarme que hago aquí, esta incertidumbre de cómo volveré, de adónde volveré, de quien soy, de quien es ella, de por qué la busco, de por qué esta cama se ha vuelto tan ancha de repente, se mueve tanto y el sol entra por la ventana con esta rabia de mediados de diciembre.






Artículo 26.

• 1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
• 2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales; favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los grupos étnicos o religiosos, y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz.
• 3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse a sus hijos.


13 comments :

Ariadna dijo...

:)
Necesito volver...pero con aire.

Ventana indiscreta dijo...

'La esperanza fracasa muchas veces
el dolor jamás.' Expresiones como ésa suenan no sé si sonarán mejor con alcohol, Sir Peter, pero cierto es que con alcohol se diluye la esperanza, se nos hace más incierta la realidad (o más cierta). Ojo, que aún no estoy borracha.
Y desde una silla desfondada (¿Cómo será una silla así?) Gelman habló de resistir, resistir con algo más que mayúsculas, resistir, que implica minuciosidad en el estar:

Hay que aprender a resistir.
Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.

Besos, majo.
Hoy tu texto es grande.

Pedro M. Martínez dijo...

Respiras Ariadna, respira

Pedro M. Martínez dijo...

Ventana indiscreta, ¿sabes? Un día me escribió Juan Gelman. No me lo podía creer. Leyó alguno de sus poemas que incluí en este humilde blog y me animó. “Joven poeta” decía (escribe muy bien pero tiene mala vista). El caso es que me hizo muchísima ilusión. Hace ya mucho tiempo, este poema de Gelman me animo a escribir. Saludos, Reina.

Ausencia de amor

Cómo será pregunto.
Cómo será tocarte a mi costado.
Ando de loco por el aire
que ando que no ando.

Cómo será acostarme
en tu país de pechos tan lejano.
Ando de pobre cristo a tu recuerdo
clavado, reclavado.

Será ya como sea.
Tal vez me estalle el cuerpo todo lo que he esperado.
Me comerás entonces dulcemente
pedazo por pedazo.

Seré lo que debiera.
Tu pie. Tu mano.

Ariadna dijo...

Ay, ay, ay...Café de la Paix y en frente la Biela, Cerezas, Gelman, melancólicos tangos regados de alcohol, saber del Globo, Pompeya y más allá la inundación...son mis calles...acaso me espías? busco el agujero por donde lo haces. Sólo otro porteño podría entenderlo.
Como un cuadro dentro de otro cuadro:

"...Un corazón que avanza en elefante
cuando tocan el himno nacional
y ella rezonga como un bandoneón mojado hasta los huesos por la llovizna..."

y ese restó...Lola, insoportáblemente romántico, vaya vaya. Esta vez me has dado duro.

Hay algo más grande qué las Gracias?

Tinta de aterrizaje dijo...

Cojo la lupa y aumento:
La esperanza fracasa muchas veces, el dolor jamás. Por eso algunos creen que más vale dolor conocido que dolor por conocer. Creen que la esperanza es ilusión. Son los ilusos del dolor.

Cojo la ilusión y desciendo a la esperanza de nuevo.

Sin duda, desdeño a todos aquellos que inducen al dolor.

mabel g. c.© dijo...

Cuánta nostalgia y cuánta poesía.

La búsqueda, aún sin encontrar aquello que se busca, es en sí misma objetivo.

Besos.

Tempero dijo...

En esta ciudad, o en cualquier otra, veo que el termómetro de Ella no frunce el ceño con el calor. Ella está en mí y no pasa desapercibida, ¿cómo? Alguien que 'hace dos o tres besos fue
mar absorto en el colibrí que vuela por su ojo izquierdo
cuando le dan de amar' puede pasar desapercibida. Me arranco del todo austral y digo que diciembre será siempre sol, sol hacia Ella que viste las avenidas de cerezas, sol que me hace derivar en alcohol basculado entre las lágrimas. No pido nada, ni limosna, ni ilusión, ni esperanza, sólo pido de Ella, pido que si veo temperatura sea Ella quien me amenace con quemarme. Yo así, sin ella puedo ser una pavesa.

El Toro de Barro editorial dijo...

Me quedo con ese hombre que está dentro del hombre que tú eres, en esa esa extraña disocición de la que nace toda la emoción poética de este texto, tan incomensurable...

Arantza G. dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Nunca he dejado de preguntarme qué hago aquí. Qué hacemos aquí. Tal vez buscarme a mí misma... buscarnos a nosotros mismos en los otros.
(En este blog me encuentro un poco. Gracias)
Un abrazo, Pedro Glup 2.0

gaia07 dijo...

Siempre buscamos algo que nos ate a la vida mansamente, una foto, una ella, una vida donde no se entrometa el tiempo en lo que comenzó ayer, y nunca terminará mañana.

Besos admirados.

matrioska_verde dijo...

Inés, bonito nombre para una mujer tan escurridiza. Así se llama mi hija, Inés del alma mía.

biquiños,

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