martes, 27 de noviembre de 2007

Carrusel en una oreja atrofiada.


Al terminar el almuerzo, los alegres gimnastas bajo el chapuzón habían también desaparecido. Como si hubiesen retirado las planchas metálicas, el coro de los bañistas onduló al soplar su caramillo cerca de la caseta de los coperos; avanzaron hacia un punto como si fueran a transmitirse un secreto cambio de guardias, y desaparecieron en el humillo del café que venía a terminar el acecho de un gato color de pólvora, agigantado, levemente monstruoso, como los que aparecen en las pesadillas de los generales de los cien días, con su piel muy estirada, terminada en innumerables tubillos como mamas incipientes, paseándose arrastrado a lo largo del refectorio, como la sombra silbante que surge del mar y desaparece deglutida por el genio dilatador de la ceiba.(Lezama Lima)



Una mujer está fumando asomada a la ventana. Tiene un ojo en el centro de la frente. La miro sin disimulo desde la calle. Ella se da cuenta y entra en su casa después de dejar una bocanada de humo violeta expandiéndose sobre los ruidos amortiguados del ocaso. También deja una sonrisa. Camino sobre las baldosas procurando no pisar las rayas.

Un hombre de color (¿de qué color?) me grita desde un balcón. No le entiendo. Tiene la cara desencajada y mueve los brazos. Me acerco y él hace señas para que me aleje. Por fin en correcto alemán me explica que se ha desprendido una cornisa y que no pase por debajo- por si acaso, dice, en castellano-. Deplorando mi desconocimiento de las lenguas y reafirmando mi aguda vista cruzo la calle y camino sobre las baldosas procurando pisar las rayas.

Un niño está jugando con una pelota de colores, ensimismado, ríe y grita y corre, llama a compañeros inventados, se tira al suelo, chuta contra una pared y salta celebrando un gol imaginario. Paso a su lado, sonrío e intento hacerle un pase de futbolista avezado, el niño me mira, serio, mira a su madre que está sentada en un banco del parque, vuelve a mirarme, da un patada a la pelota y sigue con su juego de equipo invisible. No hay baldosas en el parque y me voy saltando como un canguro. Nadie me presta atención.

Un estúpido –obviamente, yo- está caminando por las calles, medita, piensa, observa que las aceras están pintadas, los coches son de plástico y hay un alboroto inútil en su (mi) cabeza. Las casas están huecas. Hay silencio. No vuelan gorriones, ni palomas, ni aeroplanos bajo los tendidos eléctricos. Es como caminar por una maqueta de ciudad y yo -el estúpido- soy un rígido muñeco de plomo, antiguo, pasado de moda. Las bailarinas, incansables, siguen girando sobre las puntas de sus pies de madera. Me entra la risa, incontenible, me río sin parar y enciendo otro cigarro con tabaco verde. Los agujeros quieren morderme, debo realizar todo tipo de maniobras para evitarlo. Se levanta un fuerte viento y un quiosco de música conteniendo a toda una orquesta, timbales incluidos, cae sobre mi, inmovilizándome, pienso en como librarme del director que es un pelmazo que aprovecha la situación para contarme al oído su vida sentimental ahora que no puedo huir, por fortuna un barrendero rezagado se lo lleva junto a las hojas secas y una regadera olvidada por un barbudo exiliado ruso. A lo lejos se escucha una fuerte explosión y el cuadro se desgarra por un extremo (el inferior derecho en concreto), por ahí destila y gotea el óleo que contiene a todos personajes pintados, los objetos, el cielo, el mar, una estrella. Quiero sujetarme al bastidor, inútil empeño, caigo en una brillante gota roja que gira y se estrella sobre el linóleo formando a su vez una impresionante mancha de colores superpuestos y ya va siendo hora de despertar. Buenos días.



10 comments :

Margot dijo...

Despertar sobre una mancha de color no es mal despertar. Hay días que yo también lo hago y mis pies van dejando las huellas hasta el café mañanero.

Buenos días con beso tiznado.

Anónimo dijo...

Hoy te sobran plumilla, buril o pincel.

Plantas un ¿sueño? sobre las teclas y lo conviertes en arte sobre papel.

Buenos dias.

Madame Vaudeville (Chus Álvarez) dijo...

Me gustam sus despertares con aroma a sueños y colores que acarician.
Feliz mañana y besos

Anónimo dijo...

Casi me ahogo en pinturas de oleo!
Tengo fobia al hunidimento, al no poder respirar entre los líquidos!

Dios, me voy pitando!


Besos!


Äfrica

Pedro M. Martínez dijo...

Margot, relee lo que has comentado (por favor)
Jo.
Buenas noches con cansancio de día complicado.
Pero con beso (para ti)

Pedro M. Martínez dijo...

No Eva, hoy no estuve fino.
Soy mi mejor crítico y hoy no me gusto.
Pero te agradezco el comentario.
Mañana saldrá mejor.
Buenas noches. (parece un diálogo de Tip y Coll)

Pedro M. Martínez dijo...

Madame Vaudeville y a mí me gusta tu página, tan imaginativa, tan llena de sorpresas.
Y creo que tú también.
Feliz noche y besos.

Pedro M. Martínez dijo...

Lógico Äfrica, es que respirar entre los líquidos es bastante complicado.
Excepto que seas una sirena.
Besos apresurados (por tu parte)

Anónimo dijo...

Te trasladas a un Kandisnky? ;)

Me ha gustado tu realidad hecha sueño, no dista mucho de mis sueños hechos realidad, si coincidimos alguna vez recuérdame que nos tomemos un café de almendras y avellanas y un trozo de pastel de botones de chocolate.

Beso de barbilla y del revés.

Pedro M. Martínez dijo...

Vivo en un Kandisnky continuo, querida Maduixeta, ahí dentro, entre colores y líneas imposibles.
(En el Guggenheim he visto los más bellos Kandisnkys)(Ven y cuéntalo).

Si coincidimos alguna vez será un sueño (no en un sueño). Y sí, el café que quieras (yo descafeinado a partir de las 7, que no duermo)
Besos de san Pedro en la cruz.

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