Fábula de la Radiactividad.
en los sueños se cansa el alma mía;
paso luchando a solas noche y día
con un trasgo que traigo entre mis brazos.
( Quevedo)
Perdona, cielo, no me cuentes tu vida– el gato dedica a la mujer radiactiva una sonrisa cuadrada y se acoda en la barra del bar con una mueca de desprecio saltando entre los párpados. En ese momento, el gato no sabe si amar a una mujer es un desliz o sólo una equivocación, no sabe determinar si querer así, sin esperanza, es agotar el día antes de que haya amanecido.
Sale a pasear a un jardín de gardenias y caracoles de Celián. Se refugia bajo el alféizar ante una lluvia repentina de miradas como puñales. De su cerebro roto, rico, loco, fluye un líquido viscoso de certezas, de espejos delicados. El gato, sumergido todavía en un desayuno de cefalópodos, se pelea consigo mismo en una feroz pelea a puñetazos. Pierde -como siempre- y atraviesa una puerta, una ventana, una pared hasta aparecer en otro país de números equivocados, con altas chimeneas de hornos de incineración, con trinos cadenciosos de pájaros metálicos. Da una patada a los geranios cuando comprueba, con estupor, que se ha empachado de palabras en vez de sentimientos, de frases en vez de emociones. Y vuelve a su lugar de poetas suicidas y hormigas negras que suben y bajan por el árbol de la vida. Vacío.
Camina ensimismado hasta que tropieza con una atractiva ternura peregrina. Acaricia su espalda y los dedos separan los músculos, venas, la piel. Entretenido en estas sádicas prácticas, el gato no advierte que el tañido de las campanas anuncia el final de la tregua, del plazo. Pero, con todo, su hábito de cenicienta le hace volver a su estado habitual, al otro lado de la roja raya que separa la cuenta de resultados de su continuidad en la empresa. Se ajusta el nudo de la corbata, aprieta el portafolios contra el muslo, afila más las uñas y sonríe. En el lapso de tiempo entre dos guiños de semáforo-ya sabes, los hombrecillos de colores- intuye que el polvo blanco no era bicarbonato sódico pero ya es tarde, la acidez de estómago le estropea la mañana. Su silueta se pierde entre una selva de felinos abúlicos con traje gris.
Y sigue la fuga silenciosa.
Pero el yo, cualquiera que sea su edad, está sujeto a las consabidas leyes de la óptica. Por periféricos que seamos en la vida de otros, cada uno de nosotros es siempre un punto central alrededor del cual gira el mundo entero en radiante perspectiva.(Alison Lurie)
8 comments :
Me gusta cuando te pones surrealista porque estás como un gato goloso... jeje.
Desde el otro lado de la pared y con semáforos que regulan las telarañas... un guiño y un beso!
Buen día, Don Pedro.
pedro,
no sabía que los gatos pensaran tanto... pero ellos tienen siete vidas y nosotros sólo ésta.
en esos lugares de poetas suicidas y hormigas negras a veces también nos empachamos con tantos sentimientos y emociones... entonces podemos volver a los geranios y a jugar con las palabras... o estar con un pie en cada sitio y ser bizcos pensando que no sabemos dónde estamos... pero es que los geranios también sienten, y los suicidas y las hormigas dicen palabras...
me gusta cuando escribes ternura. ¿eso es ser fugitivo?
un beso
Cuanta razón lleva esta ley sobre la óptica.
Y yo que pensaba que la gata radioactiva era la mujer del gato del País de las Maravillas...ya veo que no hay casi nada fantástico en esa gatera gris...
Voy a recuperar el tiempo perdido, que se me escapan tus letras, mucha velocidad la tuya...como me gusta jajaja.
Besitos de...ahora mismo de planificación, pero en breve cambiarán, y si no ya verás jajaja
Segui al gato y pude sentir el roce de su piel,la curva de su mirada, la sonrisa con que sus bigotes se enroscan ty abrazan, lo vi perderse y regresar n un paraiso de colores y fotos en technicolor...
Cada vez mejor Pedro, siempre tanto por leer-te, sentir- te
Me da mucho gusto estar en tu casa nuevamente.
Besos caricias!!
Un día me fui a la playa con unos amigos. Me iba a meter al mar cuando una adivinadora me pescó la mano muy seria, y sólo después de un rato de observarla por delante y por detrás se echó a reír. Mi amiga Aurora que es muy conservadora le sacó la mano con cara de ¨gracias pero somos católicas¨. Y yo no supe debajo de que piedra meterme. Entonces la mujer que captó el mensaje me dijo: tu problema es que te gustan los gatos, los hombres gato. Una cosa muy extraña porque los que te quieren y los que te van a querer son osos. Y bueno, tu cuento me ha traído este recuerdo medio loco.
Me gustó mucho. Es diferente y tiene mucha sensibilidad. Besos.
Margot, no sé donde ves surrealismo, al contrario, es puro realismo, italiano por más señas. Lo que ocurre es que has leído con las gafas amarillas, te lo dije.
Con retraso, besos.
Iruna, ternura, a mi me gusta sentirla, cuando sientes escalofríos en la nuca, ¿sabes?, pues entonces. Recuerdo cuando fui un gato y la sentía. Ah, quizás sea eso ser fugitivo, no lo sé. Beso, uno.
Maduixeta, no es velocidad, es constancia. Y trabajo. También tener un gato cerca en el que inspirarse. No lo tengo. Tengo otros animales. En el espejo. Y en el techo. Vuelven. Agggggg.
Besos sin planificar.
Pielsigue allí, el gato, pobre. Cuando no vienes te echo de menos.
¿Como va la crianza? Muchos besos.
Ceshire ¿conoces muchos hombres gato?, son taimados. Yo salí con un gata y todo terminó mal. No paraba de maullar y los vecinos se enfadaban . La deje y me enamoré de una cacatúa con complejo de María Callas, es fea pero ¡como canta!
Gracias y besos.
Pero que razón tiene Alison Lurie y lo dice así como que el que no quiere la cosa.
Y ese gato, me alegro que terminara con ardores de estómago
He dicho
Pobre gato Nikté, los gatos son muy sensibles, al menos este.
Alison Lurie también lo mes.(su libro Asuntos Exteriores es muy bueno)
Has dicho.
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