Eating by candlelight during a 1972 power cut in Telford. Ironbridge power station in the background. Photo David Bagnall.


jueves, 20 de abril de 2023



Vamos a ver,  cómo lo hago para que no parezca qué, aunque ya puedes dar volatines que si a alguien le parece  No será  No aunque todo haga indicar que es un Sí absoluto. 

Sí. 

Era un barrio extremo, periferia, gente trabajadora, normal que se dice, no sé si lo normal era trabajar, yo no trabajaba, no por mi decisión, me habían despedido de una empresa después de quince años en su plantilla. Salía por las mañanas a buscar un empleo, en lo que conocía, en lo que había trabajado, ingenuo, es difícil pasar del nueve al tres, al dos, es difícil mirar las facturas que llegan y el dinero que no entra por la ventana. Es decir, que las pasas putas.
Aun así conservaba la manera de andar, de llevar la cabeza levantada, de mirar de frente, de subir las escaleras corriendo, de tener cuidado en las esquinas de los callejones, de saludar al tendero y a la frutera, de comprar el pan por las mañanas, de escuchar a Bach, leer a Cortázar, acostumbrarse, qué remedio.       

Pero el tiempo pasaba y no, los números estaban entre el rojo y el índigo, barría la esperanza en aquel barrio de gente normal que me miraba raro, que me hacía sentir diferente.
Por eso empecé a mimetizarme, progresivamente, con una gabardina que jamás me hubiese puesto antes (antes era hace tanto),  que empezaba a no reconocerme con aquellos jersey azules, anodinos, pantalones grises sin raya, uno más, otro, el del cuarto del portal doce, con la mirada entre desafiante y vencida, en equilibrio entre el recuerdo y el gris. No, no me compré una boina.     

Qué tiempos, duros.

Entonces llegó la riada, se llevó todo y supe que después de lo malo llega lo peor.
Ya no sé si estoy en el Sí o en el No ese que dicen pero aprendí a nadar, visto como me da la gana, incluso me desvisto con rapidez, subo las escaleras corriendo aunque jadeando, puedo detenerme a sentir la brisa, ahora leo de todo, escucho el roce de las estrellas y me olvidé en un banco del parque el catalejo con el que observaba el cambio de las mareas.

Sí, siempre sí.

2 comments :

María dijo...

Si es sí, es sí, y no hay más que hablar ; )
Duro, muy duro lo que cuentas, pero como tú siempre escribes con las letras sonrientes no lo parece tanto, seguramente es lo que más me gusta de leerte. ya puede ser pura tragedia de lo que hablas que lo tuneas como si estuvieras contando la mayor de tus hazañas y ¿sabes qué? puede que lo sea, desembarazarse de la pesada carga de los condicionamientos sociales es uno de los mayores logros ( yo aun ando ahí, en parvulitos, la m con la a ma, mi mamá me mima, amo a mi mamá; )
Me ha gustado mucho. Mil gracias, por esto y por todo.

Un abrazo fuerte!

Pedro M. Martínez dijo...

María, vivir es una hazaña, sí, a veces, una tragedia y otras una alegría. Sea lo que sea hay que seguir adelante, no hay más. Muchísimas gracias por tus palabras.
Un abrazo fuerte!

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