Eating by candlelight during a 1972 power cut in Telford. Ironbridge power station in the background. Photo David Bagnall.


miércoles, 19 de abril de 2023

Marina Perezagua

 


TRES LUNAS DESPUÉS

El primer día que nos conocimos
le pedí un hijo.
Esa noche se corrió fuera
y todas las noches siguientes
durante tres meses.
Cuando notaba que ya estaba cerca
se apresuraba a retirarse,
apurado,
casi demasiado pronto,
demasiado precavido para mi gusto,
que aún le consideraba más como procreador
que como hombre.
Si en ese momento yo estaba encima,
me agarraba de la cintura con sus manos extremadamente fuertes
y me levantaba y me retiraba y me soltaba donde cayera,
no fecundada.
Casi diría que en esos momentos le odiaba,
le odiaba como excepción,
aunque el amor no era la regla,
aún no podía amar a aquel extraño.
Me quedaba mirando cómo terminaba él solo,
me sentía desperdiciada,
los escasos segundos que transcurrían
entre el momento de la retirada
y el momento en que el semen comenzaba a salir
me parecían una ofensa,
en mi cabeza de pre-madre no cabía la posibilidad
de que él no compartiera ese deseo.
Cuando me masturbaba a solas,
fantaseaba con que tres o cuatro hombres
se disputaban a la vez mis óvulos
y me venían destellos de mis adentros,
un amasijo de células formándose,
y esa breve imagen era suficiente para correrme
en un momento, eyaculadora precoz de mí misma.
A los días me venía el periodo
puntual, brillante, flotando en el agua del retrete
como una constelación viscosa que se burlaba de mí.
Así durante tres lunas.
Un día él mismo empezó a cogerme a todas horas,
su mirada cambió,
resultaba incisivo, exacto,
me llenaba como si quisiera recuperar los óvulos perdidos,
y cuando se corría se quedaba ahí un rato,
ya no había semen que limpiar.
Por aquel entonces (y era pronto)
ya nos amábamos.
Hoy, con nuestra hija mamando,
hay veces en que le aparto
como él me apartaba a mí,
me molesta un poco,
estamos nuestra hija y yo, a solas,
no sé por qué tiene que venir en este momento,
mi leche es para ella,
mis pezones son más para ella que para él.
Entonces veo cómo él mismo se aparta
y me observa,
en sus ojos hay un brillo con trazos de ese odio que yo sentía
cuando me retiraba de su semen,
y me pregunto qué es eso que quiere,
qué es eso que yo le estoy quitando
y si alguna vez podré dárselo.

Marina Perezagua


***

2 comments :

Tracy dijo...

Interesante.

Pedro M. Martínez dijo...

Tracy, es un poema tremendo. No opino sobre lo que dice para no meterme en líos pero es tremendo.

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