Sin viento en las velas.
Patxi es artista, hippie, aunque ya no
lleva flores en la barba. No parece que ese nombre sea el de un hippie, qué
cosas, cómo cambian los tiempos, las modas.
El
caso es que Patxi es muy bueno en lo suyo, es minucioso y lento en sus trabajos
pero un auténtico artista. Eso, y una herencia, le permiten vivir con cierta
holgura económica.
Patxi
tiene un velero. Es un purista y nunca ha aceptado acoplarle un motor, con lo
que su navegación está sometida al puro capricho del viento.
Nuestra
relación es amistosa, sin más, nos saludamos cordialmente, conversamos si
procede pero tampoco somos los mejores amigos del mundo, no, ni siquiera somos
amigos, conocidos.
A
pesar de eso, alguna vez Patxi me invita a pasear en su velero. Solo me pone la
condición del silencio, es decir no hablar más que lo imprescindible, buenos
días, hace frío, disfrutar del roce de la brisa en el rostro, de la espuma
deslizándose entre los dedos y mi capacidad natatoria ya que él nunca aprendió
a nadar.
Es
domingo, salimos de puerto y algunas señoras nos saludan agitando la mano, Patxi
ni siquiera mira. La proa rompe pequeñas olas, por estribor algunos peces
saltan fuera del agua. Respetando el acuerdo no hablo y miro al horizonte, es
una delicia la sensación absoluta de libertad, de alegría, de comunicación con
el agua, el viento, la naturaleza, la vida.
Nos
hemos alejado varias millas mar adentro, estamos solos en la inmensidad de la
mar. Hemos tomado unos bocadillos silenciosos y unos tragos de Rioja. De pronto
cesa el viento. El velero sigue su impulso antes de detenerse. Miro al
horizonte, evito mirar a Patxi. La embarcación se mueve levemente presa en esa
súbita calma chicha. Pasan los minutos y comienzo a ponerme nervioso.
Llego
aquí y me pregunto qué demonios hago, testarudo, escribiendo estas ásperas
cosas, qué sentido tiene, no solo para quién lo lea, que también, pero sobre
todo qué sentido tiene para mí, me distrae un coro de ángeles mestizos, unos
niños disputándose una pelota hecha con trapos, un pescador sobre los hombros
de una mujer emergiendo ambos del agua, a cámara lenta, majestuosos, Marie
insistiendo en si voy a fregar hoy, sin usura, dejándome llevar por la
corriente de Elantxobe y sus recuerdos, me veo a mí mismo desde una altura
imaginaria, un hombre reducido a fragmentos, recolectando poemas rotos para
escribir otro poema roto con generosidad que no entiendo, nada entiendo y la
noche está llena de relámpagos a la vuelta de Gernika, niebla ocultando Ogoño, los
muertos ocupando los puertos, se confunden con los vivos, parece Magdalenas,
hay tantos muertos y vivos que muchos tienen que estar en el agua, los vivos se
ahogan, resucitan como fantasmas y se unen a los muertos, todos me bañan con
miradas inquisidoras, resucitan historias que juré no contaría jamás pero me
oprimen en el cuello, me liberan de mordazas, me abren un baúl con disfraces y
escojo un paraguas y sedales, anzuelos que mi padre dejó olvidados debajo de un
armario con polilla y jerséis viejos, enmohecidos, reliquias de un tiempo en el
que todo es viejo, decadente, salta el ayer de piedra en piedra por la calzada,
resbala por mis lágrimas, que no sé encararlo, que no sé decirlo de otra
manera, que no quiero dejar el corazón sobre una mesa, que lo picotean los
pájaros, que lo pintan los violadores de recuerdos, los que no respetan, que me
duele demasiado pintarme la cara y hablar para nadie, que solo quiero perderme
y no decir nada, silenciar todo lo que no sea viento..
¡Eh,
Pedro! ¿Estás bien?- dice Patxi- ya navegamos.
Despierto,
volvemos a puerto, lentamente, surcando el agua con un suave viento del sur.
Creo que no volveré a estas excursiones.
Cada
día me cuesta más escribirme.
2 comments :
Pienso mientras navego por tus letras. El silencio puede convertirse en un espejo aterrador ante el que nos de pánico mirarnos; incluso de reojo. Por más que aleteemos no alcanzamos a izar el vuelo. Otras, en cambio, puede re/conciliarnos con nosotros mismos, convertir el viento huracanado de nuestros pensamientos, de nuestro diálogo interior, en una agradable brisa que desvanece el desdoblamiento y nos permite, por fin, levantar la mirada y disfrutar de la travesía. Volar a ras del suelo.
Me he visto con pamela en ristre, gafas de sol (así toda glamurosa yo), tumbada, ora en proa, ora en popa, dejándome llevar por la corriente mientras el viento timonea a su antojo bajo la mano diestra de Patxi en este navío de un solo palo y guiada por su vela mayor. Vuelo.
Gracias, Capitán (Oh gran capitán) por perfumar mis manos, mi camino, con aroma de mar.
Dust in the wind.
https://www.youtube.com/watch?v=tH2w6Oxx0kQ
Besets!
Maribel Gs He dejado de contar otras navegaciones. Cuando salía con mi padre a pescar txipirones. El bote se balanceaba. Me mareaba. Mi padre canturreaba, feliz, atento al sedal. “Papá, me mareo”. “Mira a un punto fijo en tierra, concéntrate en él”. “Papá, me mareo, me vuelvo nadando”. “Estamos muy lejos, espera ya volvemos”. Y me tiraba al agua y volvía nadando al puerto”. Cuanto daría por estar ahora en ese bote que se balanceaba. Dust in the wind.
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