Nikté.
Nikté, desde mi sincero aprecio, insólito por lo inhabitual de apreciar a quién solo se conoce por lo que dice (y por lo que calla) entro en el intento de explicarnos. Corazón.
Estamos confundidos, nosotros, los comunicadores, los psiquiatras, todo dios, esto no hay quién lo entienda.
Dejamos en una pared nuestro corazón y pretendemos que lo lean, que le entiendan, secretamente que le quieran. Describimos los fluidos que nos circulan por la mente, el corazón, el sexo (algo tiene que circular ¿no?), meticulosamente lo dibujamos, mirad, va de aquí, aquí, riega todo este terreno antes baldío.
¿Antes? Y ahí entra el factor antes, ese que dices, el de quedar en la puerta de nuestras casas, con los del barrio, con los nuestros. Hemos entrado en un barrio global, en una comunicación universal, contamos a nadie lo que no contamos a quién duerme a nuestro lado. Así nos va.
Tengo en mi facebook personas con las que preferiría un zarandeo mutuo antes que intercambiar soledades, un morreo interminable antes que ese “qué bueno lo tuyo, chati”.
Que entramos aquí y allá, nos leemos, nos encariñamos [seguro que muchos son/somos unos bordes, unos engreídos/as que se creen qué y no han leído a Dostoievski, ni siquiera la Canción Desesperada] y un día, uno/a, atrevido/a dice/escribe “esto, verás, que voy a pasar por tu pueblo, ¿tomamos un café?, oye, sin compromiso ¿eh?, si puedes”. Y puedes, y tomas ese café, y dos, y resulta que es milagroso, que te hablas con el corazón en la mano, con brillo en la mirada (sin acordarte de tu pareja, de tus hijos, de tus padres, de tu perro, del susum corda, eres tú, milagro, ese tú que eras cuando eras, no te lo puedes creer, eres el del barrio, sin conocerte te conoces, es inaudito. Te alegras mucho).
Un inciso, saludos a C.
Pues eso, que es complejo entender la soledad entre tanta gente, el aislamiento entre tanto ruido, el encariñamiento hacia alguien que puede ser extraterrestre (los últimos estudios demuestran que puede haber vida más allá de las estrellas), el porqué este sí y este no (algunos este escriben muy bien pero se nota demasiado que se escriben), el porqué se puede ir desde Santurce a Bilbao (por toda la orilla) con el riesgo de encontrarse con un friki, con una señora loro, con un adolescente con acné, todos muy dignos pero no el/la que tú esperas.
Querida Nikté, todavía estoy en primero y no creo que ni siquiera apruebe pero te prometo que me estudio para que nadie se de cuenta, que finjo para que parezca qué, que me esfuerzo para pintar las paredes con tu nombre, con otros nombres, con todos los nombres [estoy solo en casa, suena el timbre, una señorita hummm, “¿puedo hacerle una encuesta?”, me la hace (la encuesta), me ordena “dígame cuantos nombres de mujer recuerda” y ahí me empiezo a reír, a reír, cada vez más alto y la señorita hummm se marcha mosqueada (no me extraña)]
Me pierdo y no quiero, sí quiero, hacerlo bien, ¿qué es hacerlo bien? Entro en un blog con un solo, intenso, brillante, magnífico poema, escueto, dice lo que dice y tiemblas, sientes cada letra, cada frase te agarra del cuello, te corta la respiración, te mata; visitantes, veinte, comentarios, cero. Entro en un blog, leo el texto del día, mierda (lo ha titulado así) y me aparto para que no me salpiquen los aplausos; visitantes, quinientos mil, comentarios, cien. Hacerlo bien.
Pero me acaba de llegar una luz y ya entiendo, ya empiezo a entender. Uno va caminando por el camino, camino. Se encuentra con alguien que te buscaba y a la que buscabas (en una fracción de segundo temes por su desilusión). Te ves y temes (la fracción de segundo que compruebas que es una mujer bandera, por fuera). Te ves por dentro y gozas (todo el resto del tiempo en el que a cada segundo disfrutas de una persona bandera, por dentro, por fuera, al norte y al sur, al este y al oeste). Y a partir de ahí la risa, su risa, esa risa te hace entender, eso es, la felicidad del otro, eso es, saber hacer feliz al otro, intentarlo con sinceridad, con lo que tienes, con lo que sabes, ser mejor para ser felices, todos.
Otro inciso, saludos a G.
Modestia, no fingida, auténtica, esto es lo que hay, mucho, poco, lo que es, no hago sudokus cuando voy al baño (soy hombre, hacer dos cosas a la vez no entra dentro de mis capacidades. Por eso no pongo música cuando hago (¿hacía?) el amor, tarareo y no estoy a la faena).
Me gritan por el patio, van a cortar el agua, debo preparar los cubos. Antes te recuerdo que te aprecio, mucho, quizás no lo suficiente porque tú necesitas que te lo repita, por eso lo digo aquí, públicamente, te aprecio, Nikté (que lo sepan) y lo repetiré cuantas veces haga falta.
A mí estas cosas de besos y abrazos, virtuales, como que no, como que prefiero los reales (los de amistad, los de ternura, los de pasión, los salvajes, los de aquí te pillo aquí te mato –mutuamente, por supuesto-, los prohibidos) pero es una fórmula eficaz para confirmar aprecio, cariño, ¿qué será eso del amor?, y he intentado dejarte también mi realidad.
Mi agradecimiento con todo el corazón.
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