Halo.
Ella lo definió como halo.
Una hermosa palabra para definir una hermosa enajenación.
Era un sueño que una mujer así me esperase por las mañanas cuando iba al trabajo. Caminábamos juntos por las calles aún dormidas, ella a su alto destino, yo a mi rutina.
He escrito mujer y con ser grande no abarca lo que ella era, diosa se acerca más, inabarcable, todo, tanto la amaba.
Lo supe después, cuando aquel halo perdió brillo al mismo tiempo que crecía en mi interior una dependencia total, una transferencia de voluntades, mi vida era la suya, no me pertenecía, mi cuerpo, mi mente, mi alma, todo mi ser era de ella, para ella.
Jamás he estado tan locamente enamorado.
O no lo recuerdo.
Luego vino la grieta que partió el universo en dos mitades y la mía era oscura, habitada por duendes que clavaban sus tridentes afilados en una débil voluntad. Después de mi muerte – morí, claro, ¿qué otra cosa podía hacer?- tuve que reconstruir aquel que era, u otro, aprender a hablar, a coordinar los pasos y los dedos, a inventar la mirada y el gusto por los días áridos, vacíos, un mundo deshabitado que tuve que poblar ya no sé de qué clase de colonos voluntariosos.
Un día, un martes, entré en una nueva fase, ausencia de énfasis la llamé, una indiferencia práctica, la absoluta falta de fe.
Todo esto lo cuento así, como si nada. Anda, ven, siéntate aquí, a mi lado. Esto ocurría mientras todo ocurría, es decir que la vida corría por el carril de al lado, y otra vida en otro carril, vías paralelas, la estación de Atocha, yo qué sé. ¿Loco? no, quizás no sea esa la palabra. Inconsciente, equivocado, hereje, apátrida, desposeído, explorador perdido en su propia selva, mendigo, buscador de oro en arroyos secos, un iluso, un tonto con los bolsillos rotos, un hombre, en fin, con los ojos abiertos al abismo de ser.
Vale, majo ¿volverás mañana?
Si estoy vivo, sí,
Pues nos vemos aquí, agur.
Agur (lo que aguanta uno).
Somos responsables de nuestras propias vidas. Nuestra conducta es una función de nuestras decisiones, no de nuestras condiciones. (Stephen Covey)
2 comments :
Muy discutible la cita de Stephen Covery. Evidente,nuestras decisiones marcan nuestra conducta. No al determinismo en función de las condiciones, pero la conducta se refiere a los hechos. Y la vida – esa de la que somos responsables - es mucho más que los hechos. Tu artículo lo dice muy claro: una cosa es lo que haces y otra la que sientes. ¿Cuánta vidas hay en una vida? Lo que hacemos, lo que mostramos.
Y ¿lo que sentimos?: “Me contradigo….contengo multitudes” etc. etc .que decía el bardo americano, o Hanna Arendt: “hay misterios del alma que no son explicables”.
Porque “la vida”, a veces, te agarra por los pelos, te da una voltereta y apáñatelas como puedas: vidas paralelas, la sublimación, el abismo….
Sí, es increíble lo lo que aguanta uno.
(Halo: preciosa y precisa)
Magnolio, todas las citas son discutibles, todas las vidas son mejorables, todos los hermanos eran valientes (con Robert Taylor y Stewart Granger), agrupémonos todos en la lucha final, no sé nada de nada, solo dejo aquí lo que escribo, tan monamente, con música y dibujos, tan simple. Y me lo paso bien incluso sin saber si alguien lo lee
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