viernes, 5 de junio de 2015

El contraluz final de “Centauros del desierto”.




Como el pobre Red Buttons en “Hatari”: cuéntamelo otra vez.

Ya te lo he dicho muchas veces, para mantener este blog necesito (dulce) inspiración, algo (mínimo) que contar, imaginación y técnica (o así) para juntar letras y palabras.

¿Sólo eso?

Ah, y sobre todo pasión. Por la vida, los otros, la escritura, el momento, el ahora, el placer de escribir, de amar, de disfrutar los días, el intento. (etc)

Me parece poco.

Bueno, también está el juego, escribir siendo uno mismo y otros a la vez. Disfrazarse, pero no para engañar, no para confundir. Colocarse una máscara veneciana y dejar que el que lea adivine, es joven, es viejo, miente, exagera, no le ha podido ocurrir eso que cuenta. Fragilidad de una débil voz perdida en este medio, a su vez perdido en un espacio muy concurrido y, por supuesto, perdido sin remedio.


Te dejas la vanidad.

Sí.

Te dejas mucho que contar, escondes lo esencial.

¿Tú crees?

Sí, aquel día que se te llenó la cama de endecasílabos recuerdo que dijiste “moi, je desérte”. O cuando escribiste nadando en líquido amniótico. O tu prolongado periodo de endechas. O el estar y no estar. En fin, esa influencia del contraluz final de “Centauros del desierto”.

Vale, déjalo, este blog no sirve para gran cosa.

Estoy de acuerdo.

Agur.

Agur.


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