El grito de Johnny Weissmuller.
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Recuerdo
aquellas películas de Tarzán, me gustaban muchísimo. Vistas con ojos de hoy
resultan un poco ridículas. Los cocodrilos eran de goma, absurdos. Chita era
una parodia de chimpancé. Tarzán era valiente pero elemental. No importaba, era
un héroe magnífico, admirable, envidiable en su desnudez por una selva insólita
con animales que le obedecían, ríos con hipopótamos, lianas danzarinas y aquel
grito que llenaba mis oídos y mi imaginación. En los relatos de Edgar Rice
Burroughs el personaje estaba mejor construido, era más sólido. Me los leí
todos.
Leo
otros libros que antes me encandilaron, veo otras películas que me dejaban
pegado a la butaca. Eran la esencia, el soporte de mi fantasía. La mayoría no
ha soportado el paso del tiempo, se ha quedado antiguo, desfasado, son otra
época, el ayer. Me apena mi mirada perdida.
Leo ahora muchos libros, veo películas, escucho música, no sé por qué será pero nada me gusta tanto como lo de entonces. Veo mis ojos, no sé cómo pero veo mis ojos, son los mismos. ¿Qué ha cambiado? Busco y rebusco los colores que iluminen los días.
Y
el grito.
No
quiero abrir la boca en play-back, no quiero gritar lo que no grito, no quiero
aullar para asustar a nadie, no quiero imitar lo que gritaba, no quiero.
Este
grito de hoy es un susurro.
Sigo
nadando en estos ríos, aunque llegue el último.
Johnny Weissmuller nació el 2 de junio de 1904 en Windber, Pennsylvania. En la década de los años 20 fue reconocido como el mejor nadador de estilo libre del mundo. Participó en los Juegos Olímpicos de 1924 y 1928 y obtuvo las medallas de oro en las pruebas de los 100 y 400 m estilo libre. Entre 1922 y 1927 batió cinco veces el récord del mundo de los 100 m estilo libre. En 1932 comenzó una carrera cinematográfica que pronto le identificaría con el papel de Tarzán, personaje creado por el escritor americano de aventuras Edgar Rice Burroughs. El grito de Tarzán, fue una combinación de diversas grabaciones y efectos electrónicos. Johnny Weissmuller se limitaba a abrir la boca en play-back, aunque terminaría aprendiendo a imitar su propio grito y a doblarse a sí mismo algunos años después. Al final de su vida, poco antes de morir en México, ofrecía lamentables exhibiciones estentóreas de su famoso grito, incluso cuando le entrevistaban los periodistas. También aterrorizaba a las enfermeras del hospital donde lo recluyeron aullando sin control alguno. Falleció el 20 de enero de 1984 en Acapulco, México
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