Cuento con anzuelos (2).
(Eduardo
Arroyo)
La conocía, estoy seguro. Vino a por mí, no fue una
elección casual. Lo que más me molesta es no saber el porqué. Nunca he tenido
problemas en mis relaciones. Aunque Laura. No tengo enemigos. O no los tenía,
hasta ahora. No puedo llamar a la policía, pensarían que estoy loco. ¿Qué puedo
contarles? ¿Que me persigue y ataca una mujer? Me duele la nariz.
El
hombre moreno, desnudo, con un aro en la oreja derecha, pasea por la habitación.
Suena el teléfono. -diga, diga, ¿quién es?- y no hay respuesta al otro lado.
Cuelga, enfadado. Vuelve a sonar el teléfono, tampoco nadie le habla ahora.
Malhumorado golpea el auricular contra el sofá. Esconde la cabeza entre las
manos. Presiente que es la mujer agazapada en el portal. No saber quién es
ella, por qué le atacó, para qué le espera, está rompiendo sus nervios.
Por
las calles del sur los manifestantes cantan antiguos himnos de lucha mientras
ondean sus banderas verdes. Sus pancartas dicen: Patria y Libertad. Algunos
jóvenes han volcado automóviles y forman barricadas. Destrozan bancos,
papeleras, postes. Golpean el suelo con largas barras de hierro y apilan
montones de piedras. En un portal, varios hombres llenan botellas con líquidos
inflamables.
Saldré
a la calle, a buscarla. No puedo permanecer así, quieto. La próxima vez puede
ser peor. El
hombre con
un aro en la oreja derecha se viste
apresuradamente, como por un impulso. Ni siquiera espera al ascensor y baja por
las escaleras de tres en tres.
(sigue)
(Eduardo Arroyo)
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