Urólogos monotemáticos.
Cuento
lo que ya conoces, que estuve a un paso de la frontera, el perro negro no me
dejaba respirar, vivir, a punto estuve en convertirme en el mejor paciente de
los parientes de Freud, de ser un llorón de las esquinas, joder, no quería
estar enfermo, no quería perder el control, no quería perder la vida, amo la
vida, estoy lleno de deseos, como un animal, tengo un deseo imperioso de (hacer
el) amor, de acariciar, de besar, morder, tocar, dulcemente entrar en, con ternura estar al lado de una mujer con la cabeza en sus brazos, la suya en
los míos, hablándole, hablándonos, dándole lo que es, desafío a la vida, ese es
mi desafío, lo que es, cómo es, lo que quiero, me atraen los días, me
estimulan, me retan, me dejan anzuelos, siempre pico, arrastro los días por la
calle al final del sedal, mi triunfo, exhibo el tiempo, le saco fotos en el
muelle sujetándole de la cola, pescado en alta mar, fíjate que pez tan raro, lo
pescaron los años, nadie me ayudó, tantos saben algo de mí, cómo soy, cómo amo,
lo que digo, lo que siento, amigos malos cuando son malos, amigos buenos cuando
son buenos, mujeres y hombres tan inteligentes, tan sensibles que me quito la
cota de mallas y me enfrento a ellos desnudo, con el corazón que se abulta en el
pecho, con las manos abiertas, “sé todo de ti” ¿tanto saben? claro que saben, cuento cosas que jamás
hubiera sospechado ni siquiera que estuvieran en mi alma -¿las cuento yo?- abro
mi cabeza, mi amor más puro, mis recuerdos más íntimos, mis miedos más ocultos,
mis pensamientos prohibidos, mis instintos desconocidos, escribir ha hecho que
afloren, ay, que me entran ganas de luchar con ella, -lector, lectora- de
pelear, de romperme los botones de la camisa y desafiarla, salgamos a la calle,
sí, me desequilibra, me tienta, me empuja, me reta, me gustaría verla vestida
de negro, con zapatos de tacón, con el pelo mojado, seria, que me sedujera, que
me contuviera, que no me dejara tocarla, que me hiciera desfallecer de deseo,
saber que no lleva nada debajo de esa falda estrecha, negra, que me hiciera
saltar sobre ella como un leopardo de la sabana, ay, que me llena de imágenes,
que me agita, me conmueve, me arrastra por el zarzal de mi impotencia -me
refiero a la vida, claro-, cuantas tonterías digo, cuantas más escribiré hoy,
cuanto me atrae hacerlo, y yo, yo ¿por qué siguen dejándome un hueco en los
buzones?, ¿quién escribe sobre mí?, ¿quién soy?, ¿dónde voy?, de donde vengo ya
ni me importa. Bilbao es una gruta y los pies resbalan por el asfalto. La vida
es corta. En la puerta del metro me encuentro con Ángel, caminando torpemente
ayudado por dos muletas “Estoy en una residencia. Tuve
una operación en la cabeza, de 15 horas. Me tienen que hacer otra. Ya ves,
seguir, he engordado mucho”. Ángel era de mi
barrio, con más edad, cuando era pequeño él era mayor pero me hablaba, era mi
amigo; luego se volvió un tío raro, trabajaba de conserje, le veía y saludaba
todos los días. Ahora está casi inválido, alelado, vivo. Me impresionan estas
cosas, en los últimos años me he convertido en una persona diferente, más rico
(en experiencias), más fuerte, más débil, más sensible, más femenino, más
hombre, más dependiente, más independiente, mi vida solo tiene sentido cuando
en ella mora la pasión, digo estas cosas aunque no me vean, aunque no me amen,
aunque a veces me sienta en el filo de la navaja de la indiferencia, esa que
ella – la vida, de nuevo- tiene en la mano y con la que amenaza, su cara
cortada, su alma herida, sangrando de no poder, de no saber, de contener el
dragón que hay en mí, he estrangulado al niño y lo he hecho sonriendo, estoy
llamando a la bestia en la puerta de la cueva, que tenga cuidado, estoy en un
momento de gran fortaleza, de enorme percepción, debo medir mis fuerzas,
seguiré, pero tengo vértigo, los días no vuelven, no sé separar mi imaginación
de mi vida, esta es mi vida, ¿dónde queda el otro? yo, el que sea, esperándome,
sentado en el muelle, mirando el camino, no debo hacerle caso, estoy revuelto,
estoy contra una pared, ah, todo esto es ternura pura, que igual crees, lees,
que estoy vociferando, gritando mi rabia, no la tengo, el amor me dulcifica, me
amansa, me acaricia la cabeza como a ese oso domesticado, pero no acerco la
mano que me la muerde (el oso de la desilusión), tengo ganas, también, de
morder, me despierta todas las ganas, todas las ansias, soy un cachalote a
punto de entrar en el banco de peces (y sé que ese pececito no sabe nadar sin
salvavidas) y salto dentro de una película de dibujos animados en la que el
ratón empuja al gato por la borda de un trasatlántico, este trata de aferrarse
al casco del buque con las uñas pero, sin remedio, resbala y resbala haciendo
surcos, lentamente se desliza hasta el agua donde le esperan voraces tiburones,
desde un ojo de buey me mira el cíclope y un millar de cangrejos se me ha metido
en el estómago y lo muerde con dientes diminutos, hacen nudos con mis nervios,
plantan substancias picantes en cada agujero. Aún medio dormido estoy en la
ducha porque tengo revisión médica y el urólogo está sentado en el borde de la
bañera, me ordena que me baje los pantalones y sin atender mi rubor palpa mis
partes pudendas, indefensas, me toca y retoca y pregunta y estás
perfectamente pero, pero?...(Ya,
puede parecer muy gracioso pero imagina la primera visita al ginecólogo, en esa
postura humillante, nadie me había tocado ahí – un hombre me refiero- “aquí se advierte algo, humm, veamos”) El
doctor escribe escarabajos y los envía resbalando por el cable del teléfono
hasta el radiólogo (ahí, tumbado sobre la camilla, asustado, pienso y tiemblo y
cómo puede cambiar la vida en un minuto y yo venía a una consulta rutinaria,
preventiva y ¿qué tendré?, ¿qué habrá detectado? justo en esa parte tan
delicada ¿hay alguna parte del cuerpo, del alma, que no lo sea? Tengo mucho
miedo) que me vuelve a desnudar, me impregna con un helado gel, pasa por mis
ayyyyyyyyys un aparato de tortura y la ecografía le dice que no tengo nada, que
tranquilo. Salgo mojado de la bañera con un tubito para los análisis de sangre,
orina, de alma, por si acaso, preventivos también, mi brazo temblando, mi
corazón no, vuelvo a despertar, saco el cuaderno de bitácora y apunto la
posibilidad de pasear el sábado, de correr el domingo, pero no sé si el físico
me acompañará y no quisiera agobiaros en absoluto pero se me terminó la tinta
de todos los calamares, tengo la justa para enviar tímidos besos, creo que me
dejo algo, bueno, seguiré desde el fondo del mar, desde mi hotel submarino,
donde se hospedan los peces golfos, las anémonas traviesas, las piedras
nadadoras y un corazón helado que ya no sé de donde saco estas historias ni a
quién coño le importan ¿decías? si, 1.202 palabras.
3 comments :
En estos tiempos se "like" y se "share" mucho y de forma compulsiva, pero se comenta poco.
Que no se diga. Te leo con avidez, y te mando un saludo desde atrás en el tiempo y en el espacio.
Besos!
Gen.
Y luego que qué se le dice a alguien así, como usted... Don Pedro, Señor Martínez... que es que, no se me abrume, pero es que una se revuelca entre las líneas de la escritura, reptando y contorsionándose lo que haga falta para que no quede ni un pedacito de piel sin rozar las palabras... que ... redios! Don Pedro, tanto salvavidas ni salvaguardas! prfff... hasta el fondo buscando los ocho brazos del octopus y el hotel submarino... (lo pondría en exclamativo pero se trata de que no se lea como grito sino como afirmación) Dan ganas de menear y decir "Pero muérdanse!" no solo en plan espontáneo y visceral, también en el delite temporal de un paréntesis... calmado, pausado, ...
A ver si no cae mal que escriba que... se querría vivir cien años en el sentir así...
En fin , Pedro... sigo tratándole de usted... me dijeron que hay burrotaxi en el aeropuerto y todo!
Buen día, miércoles hoy.
Un abrazo enorme, gracias (hoy no se me olvida escribirlo!) por cuánto da en estos juegos de palabras y letras y espacios que son el espacio y a la vez... te sacan al espacio...
Hace personajes imán... descritos arañando la superficie y colándonos por las brechas... como para no estar agradecidos de cuánto nos mueve!
En tiempos de (todos los tiempos tienen su "en tiempos de..") roturas y descomposiciones y escombros... no quedarse parados mirando qué quedó arriba y meter la mano por los huecos y tocar ... es un regalo suyo.
Ya... callo... stop.
Beso.
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