Ella era muy joven
Líbranos, Señor,
de encontrarnos
años después,
con nuestros grandes amores.
Cristina Peri Rossi (Uruguay, 1941)
Ella era muy joven, entonces todos éramos muy jóvenes.
Tenía
una mirada de telegrafista, con mensajes de hambre de ternura, con angustia de
besos tiernos, con aromas de desventura.
Nunca
tuvo suerte.
Quizás
nadie lo veía pero en su hombro se posaba el pájaro negro de la tragedia.
Sus
manos traducían el desconsuelo cuando acariciaba el agua verde del retorno a la
nada, a lo que nunca tuvo, a los sueños nublados.
Me
gustaba más su hermana.
Ella
era valiente, inconsciente, accesible, regalaba sus labios y ese era el
comienzo de un abrazo hueco, de gemidos duros, sed de un río sin puentes,
coartada del amor sin amor.
Siempre
hubo una verja entre ella y la felicidad.
Buscó
lo imposible.
Una
vida triste, una permanente sombra trágica.
No
sé dónde estarán sus tres hijos, sus dos maridos, no sé donde estará ella, no
sé porqué la recuerdo ahora, en este domingo largo y hueco.
En
cualquier caso me gustaba más su hermana.
Marlene Dietrich (1952) photographed by Milton Greene
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También ella gustaba más que mi amiga, como la del relato: tal vez fueran sus enormes ojos verdes que miraban siempre sorprendidos, o cómo ladeaba aquella melena increíblemente rubia, o la enorme atracción de probar la falsa levedad del cuerpo pequeño y perfecto, la equívoca - en ella - languidez.
Su hermana no. Era también preciosa, pero morena y asertiva. Inteligente y osada. Impertinente con la vida de puro joven, como la del relato, esa hermana que me ha llevado a ésta, mi querida amiga, a quien la vida cobró la equívoca – en ella – insolencia, el auténtico error de un amor a destiempo y, como la del relato, su urgentísima hambre de apego.
Primero fue ella mi amiga, luego lo fue su hermana.
In memoriam.
Magnolio a veces me sorprendo con que lo casual se mezcla con lo real y de ahí se va a lo esencial y las palabras se meten tan dentro que solo quiero taparme con un manta y sentir los recuerdos, los momentos que compartimos con las personas que se han ido, morder la tristeza, aguantar las lágrimas y saber quién, qué somos ahora. Y vivir.
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