De Fran Vega.
Nitrato de plata, 29 · Cruz de navajas
Nada en historia ocurre por casualidad. Y tampoco por casualidad se suceden terremotos políticos que sacuden a la sociedad y sorprenden a sus protagonistas en plena siesta invernal mientras sus gobernados batallan duramente frente a la adversidad que los mandatarios ocasionan. De modo que una vez eliminadas las razones fortuitas de tanto desastre como contemplamos, se hace necesario revisar despacio el panorama y poner dorsales a quienes están jugando sobre este complejo tablero de lanzas y brasas, pues en toda batalla hay al menos un bando que espera obtener victoria y beneficio.
La teoría del tesorero vengativo abandonado a su suerte por la organización a la que sirvió se desmorona a medida que pasan los días. Años de sobres con dinero negro entregados sin disimulo en las letrinas de Génova habrán generado necesariamente numerosos favores debidos que nadie estaría dispuesto a desperdiciar, por lo que la publicación de sus nombres solo lograría que los amigos de Bárcenas mutaran en enemigos, de los que seguramente ya anda sobrado. Cabría la posibilidad de que el tesorero estuviera avisando de lo que puede ocurrir si fuera condenado, pero recordemos que tal vez pasen años antes de que este hombre se siente en el banquillo, si es que al final lo hace.
Esperanza Aguirre fue señalada de inmediato como probable garganta profunda de un partido que hace años que ansía conquistar y que continúa dirigido por quienes detesta cordialmente. Tal vez la astucia y el innegable talento de esta mujer para urdir madejas estén cerca del cuartel general desde el que se ha lanzado la artillería contra la cúpula del PP, pero ella forma parte de este selecto grupo y el obús también le da de lleno en la cara, recibiera sobres o no, por lo que la caída del gobierno y de su presidente en las actuales condiciones no le beneficiaría. Aguirre desearía tomar el poder de un partido debilitado, pero no arrasado. Y si bien las exquisitas relaciones entre Aguirre y el director de El Mundo avalarían su participación, no parece que su manifiesta enemistad con el grupo Prisa aliente filtraciones y secretos.
Como en la contabilidad de los partidos, aquí también hay A y B, Aguirre y Bárcenas, pero su protagonismo pierde peso a medida que la batalla mediática se encarniza y que los trabucos saltan de los pasillos a los quioscos, donde siempre se han librado oscuras batallas paralelas que tantas veces nos han brindado pírricos resultados. La operación la lanzó El Mundo con su habitual derroche de titulares y portadas, pero la continuó El País doblando la apuesta, lo que supuso también enterrar el ridículo de la falsa fotografía de Hugo Chávez que hizo sonrojar a Polanco desde la tumba. Y como ninguno de los dos periódicos ejerce de servidor de la ciudadanía, sino de fiel escudero de quienes son sus propietarios, solo podemos pensar que estos también tienen serios intereses en que suenen las cornetas que anuncian la caza del zorro.
Tras haber estado varias veces al borde del precipicio, Rajoy logró terminar 2012 sin haber pedido el rescate, excepcional medida a la que se le empujaba desde la banca y, por consiguiente, desde buena parte de la prensa. Hace unas cuantas semanas, sucesivos editoriales de El País argumentaban la imperiosa necesidad de acudir al rescate, lo que aliviaría las cuentas del sector financiero y de no pocas empresas, sabedoras de que las consecuencias más terribles de esta decisión serían para los ciudadanos y de que en los patios de operaciones de los principales bancos respirarían tranquilos y con las alforjas llenas. Pero Rajoy no lo hizo. Y no lo hizo porque lo contrario hubiera supuesto, casi con total seguridad, la disolución de su ejecutivo y la de él mismo, lo que era un precio demasiado alto para tan solo un año de gobierno. De modo que el hombre que iba a llenar de billetes las arcas privadas se acobardó, temió por su propia supervivencia y no firmó. Mal asunto, pues en algunos despachos ya tenían las sacas preparadas.
El poder real, el auténtico poder, y no el que detentan estos títeres y figurantes que elegimos cada cuatro años, es el que nombra al encargado de aparentar que manda. Y es este poder el que ya ha decidido que Rajoy es un hombre amortizado. Ha hecho el trabajo sucio durante un año pero no se ha atrevido a rematarlo, con lo que su único destino es despido y sepultura. Han estado bien todas las reformas y todos los ajustes, pero ya no lo necesitamos porque no nos sirve para lo que pretendemos, de modo que sustituyámoslo por alguien más sumiso todavía. Que parezca un accidente. Que parezca un escándalo.
Sobran razones y argumentos para desear que el presidente del gobierno se retire a su oficina de registrador de la propiedad, pero no hay que confundir el origen y los motivos de los misiles que ahora mismo están cayendo entre sus piernas ni considerar que banca, prensa y ciudadanía persiguen el mismo objetivo. El nuestro es el de acceder a un sistema más justo en el que la distribución de los recursos y la gestión de la economía logren una sociedad en la que sus miembros puedan trabajar, educar a sus hijos y curar sus enfermedades sin que sus representantes se enriquezcan ilícitamente. El suyo es el de culminar un giro socioeconómico que ha dado pasos de gigante, pero que aún no ha terminado. Hay un mismo zorro para distintos cazadores, cuyas cornetas y escopetas son también distintas. No erremos el tiro.
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