Se me llenan los dedos de mariposas negras
Nicholas Alexander Chistiakov. Study for a portrait of a man, 2012.
Se me llenan los dedos de
mariposas negras y el movimiento de las manos desata una tormenta de presagios,
de futuras calamidades. Apenas me muevo para no llamar a los espíritus del
recuerdo, la nostalgia vestida de blanco y mentira, no hay nada, no queda nada,
la cosecha de ternura está agostada y solo queda dolor en mis párpados e indiferencia
en el corazón. ¡Estúpida!
La vida está pasando y no sucede
nada de todo aquello que nos prometieron, no he pecado y resulta que no hay
cielo y el infierno es esto, seis días y cuatro horas, sin verla, huérfano de
su voz adversaria, escondida entre los lirios de su trabajo, tan importante.
Cruel, sin corazón, tan pagada de sí misma.
Irme lejos de mi corazón no ha
solucionado nada y vuelvo una y otra vez, madrugador sobre mis pasos contradictorios, intentando
pisar sobre las huellas, no vaya a explotar lo imposible del regreso. Rápido,
rápido, nunca ha estado a mi lado, no me quería, taimada, interesada, egoísta,
aprovechada, soberbia.
No quiero verla más.
Joder, cómo me cuesta dejar de
quererla.
4 comments :
Al protagonista de hoy le duele quererla y a mí, que mis manos estén vacías de esas mariposas negras que ponen en el blanco la mentira amorosa de no quiero verla más.
Yo también quiero, en privado, irme lejos de mi corazón el día que no la quiera, y en público, alto y claro, poder decirlo: “Joder, cómo me cuesta dejar de quererla”.
Tiene que ser un alivio.
MAGNOLIO mayúsculo arrullado por el viento de noviembre, brillando en estas mañanas deliciosas de sol otoñal y esperanza, es un alivio imaginar lo que no es, es un alivio contar lo que es, es un alivio este ejercicio de compartir parte de aquello que uno sueña y piensa y siente y sufrir por amor es un privilegio al alcance de pocos. Si ya lo cantaban Simón y Garfunkel “una roca no sufre, una isla no llora”
Touché.
Pues yo no he sido Magnolio (lo recordaría)
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