¿What are you doing?
En uno de los días verdes, el
tercero, ese hombre advierte que al llegar a cierto tramo hindú, la superficie
del océano se eterniza, hay un punto anterior a la revelación, un instante
misterioso y fértil cuando el inexplicable don aparece. Y lo entiende, sabe,
puede tocarlo con la punta de los dedos que agitan la untuosa sopa de la
casualidad, del azar. Quizás entonces sea el momento de abandonarlo todo, de
huir hasta quedarse sentado al viento de levante, ignorando los gritos de los
que llegan en pateras, viendo crecer la duna de Bolonia hasta sacarse uno a uno
los puñales del escepticismo. Insensible al recuerdo de sus bragas escondidas
bajo la ropa amontonada en una silla, los calcetines dentro de un zapato, ella
ahí enfrente con su mirada miope, con los brazos cruzados sobre los pechos
breves, el pliegue del cuello expuesto al choque de labios y dientes, él
ansioso como Jeff Buckley, sereno como un sinuoso animal oscuro que no tiene
prisa en comenzar el almuerzo junto al olmo, sólo, pan, aceite, el farfullar de
la vagabunda que escucha la respiración de los árboles y los gatos, esos
animales egoístas y ensimismados que no prestan atención a la delicada mano que
los alimenta, mano de falanges y venas azuladas, largas uñas y un sorprendente
anillo dorado con un nombre grabado, Parker.
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