Le feu dans la grille.
Louise Bourgeois, Le feu dans la grille.
Bella de los bosques desarbolados, emperatriz
de la estepa del sentimiento, mire usted, vacíe los prejuicios que sobre mí
tiene como si fuese un crustáceo al que se come los adentros, una langosta
sabrosa que fue y ya no es. Míreme, doña, como a un hombre al que conociste
hace ya y al que la vida, como a todos, transformó en este que es. Es decir que
somos y no somos, que fuimos y somos, los mismos pero otros. Y no quiero
enviarte un revoltijo de sí pero no, sino de esto es lo que es, o algo así. Ya
no sé cómo, si tú estabas asomada a estribor del barco o si lo
embarranqué a propósito en algún arenal costero, sé que naufragamos. Aquí
estamos, confundidos, en la isla de desearnos con miedo, de sentir los gritos
del alma, de la carne, de querernos comer y no atrevernos. Puede ser que nos
falten bendiciones, normas, reglas, consentimiento moral, el libro que diga
esto sí, que permita, el visto bueno de quién no puede darlo. Puede ser que nos
sobren ganas, de principiantes, de ávidos vigías del placer, que pensemos,
pienses, que algo tan dulce deber ser malo por fuerza. Algo nos grita y nos
impulsa, un diablo nos tienta, nos tienta mucho, nos hablamos en susurros y el
día comienza, aún no ha amanecido, con promesas que esto es lo que tenemos, la
vida, las obligaciones, los secretos, este hilo tan frágil, tan fuerte, un
bramante que no podemos cortar aunque no nos convengamos, seamos amigos, primos
o habitantes del país de todas las ilusiones. Yo qué sé, sé que este beso
atraviesa las marismas gaditanas, se posa en tu frente y busca tu boca,
aunque la escondas. Ay, cuando seas tú y busques la mía, desvergonzada,
tú, dueña de tus deseos y de satisfacerlos, yo, ¿Qué pasa?, ¡Bésame!
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