jueves, 20 de marzo de 2025

Toldos alcohólicos.

 


Día del Padre.  Con lo de la disminución de los toldos en la Concha, el viaje a Vitoria  y otros avatares cotidianos no me ha quedado mas remedio que echarme a la bebida, no de cabeza que uno ya no está para excesos excesivos, apenas mojar un pie, como cuando pruebas la temperatura del agua de una piscina, al revés, es decir mojarte por dentro sin humedecerte por fuera. Si bebes no conduzcas, incluso no te subas al Metro, sus escaleras mecánicas son una trampa para elefantes sin trompa o viceversa. Por eso he vuelto a casa pian, pianito, caminando entre estructuras metálicas, todas las comunidades de vecinos bilbaínos han decidido arreglar sus fachadas a la vez, es importante tener una buena fachada. Dice Montaigne en sus Ensayos que “Amurat, en la toma del Istmo, sacrificó seiscientos jóvenes griegos, al alma de su padre, a fin de que la sangre derramada sirviese de alivio al espíritu del difunto”, esos eran dirigentes políticos no los de ahora que nos llevan al Abismo y estamos todos como si nada, cada uno a lo suyo, en su ombligo, indiferentes a Gaza, a Ucrania, al Congo. Los jóvenes, que no han hecho la mili, no están acostumbrados al rancho y a la melancolía, aquellas guardias en el cuartel donde ahora pasa una autovía, aquellos ejercicios de tiro en el Pagasarri pero ahora en vivo para dejar  bien muertos a los otros, posiblemente ni eso, Uno aprieta un botón y la Humanidad se va al carajo. Por eso es muy importante tener un toldo en la Concha, que qué sabrá Costa de mareas, el alcalde sí que sabe, cualquier alcalde sabe más que cualquier ciudadano, dónde va a parar, donde esté un alcalde sabio que se quite un ciudadano lerdo, que los hay, que se quite o lo quitamos, lo primero es el partido (he querido escribir Partido, he querido, quiero, escribir tantas cosas pero la ingesta de bebidas alcohólicas aunque sean de poca graduación limita bastante las capacidades intelectuales y no digamos nada de las físicas que con esto del lumbago anda uno torcido, dolorido, disminuido y envuelto en una funda gris ¿Dónde está el que corría por las riberas, el que nadaba hasta la boya en Elantxobe y luego apenas podía volver a puerto. Total, que beber no ayuda pero aligera el peso del tiempo, incluso su paso, que nos hemos encontrado con C. que era una belleza y no quiero pensar cómo estará uno, que no se ve, verse uno mismo es complicado porque siempre eres indulgente contigo mismo y sin espejos a mano es un lío, será otro, su padre, ese no soy yo. Y sí eres, ¡idiota! bebiendo y viviendo, que no es lo mismo, hay un punto en el que debes saber diferencial al mártir del teólogo, los dos son santos pero en la iconografía  uno lleva una parrilla y el otro un búho. Sigue este párrafo entre paréntesis y me entra sueño porque entre que me he levantado a las 5 de la madrugada, el viaje, el recuerdo de los toldos y, sobre todo, la manzanilla, se me están alborotando las teclas y las meninges). Un placer.       

 

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