En París.
Katia Berestova
Parisina, te visualizo en una
celda de lujo, incomunicada con el vecino Antoine, con los vecinos en general,
con los ciudadanos de París sin orejas, con cascos, de todos los colores, en
bicicleta, cabeza abajo, serios y concentrados en su mismidad, eso. Sigo
visualizándote y se me pone la frente escarlata fruición por todo lo que
copias, conoces, contrastas, descubres, imaginas, de fuera, de dentro, una
artista like you. Que eres –imagino- una fuerza imparable y envidia me da
saberte por esas calles que me recuerdan a las que veía en las películas de la
segunda guerra mundial, la torre Eiffel al fondo, que cuando fui a Berlín por
primera vez pensaba que las casas estarían derruidas y negras, con cascotes por
las calles, y no, Berlín reluce, que es lo que tiene llegar a una edad, que
recuerdas mejor lo que era que lo que es, ahora, demasiadas responsabilidades,
o una, que lo que quiero es olvidarme de la escritura, de la mística y estar
tumbado en la playa de Langosteira, leyendo todos libros que me faltan
por leer, escribiendo los míos, nadando hasta el horizonte,
subiendo al Pindo para saber lo que hay al otro lado, siempre hay otro lado,
otros valles, los edificios son diferentes, las personas son diferentes por
fuera, por dentro somos muy parecidos, los mismos miedos, anhelos, sueños,
ilusiones, ser, querer ser, o no, que también hay muchos que no saben dónde
van, tú sí, parisina a la que no conozco, por esas calles llenas de nadie, de
momento, hasta que traces una línea desde dónde estás hasta dónde llegarás y
ese será tu camino, nadie puede andarlo por ti, como mucho a tu lado,
disfrutando tu alegría, que sé que me miras con una cara entre seria y
chungona y vacilas y me llenas de risas cuando te llamo, medio en secreto, que
no te conozco y sí, que puedes ser una gallina o la portera de la casa de
Cortázar, una bailarina de Pigalle o una estudiante de Erasmus en prácticas de
seductora de confiados redactores de páginas web, soul, blue, thing, think,
cool, be, end, clock, esta es la carta que no puedo escribirte, amanuense de
símbolos eróticos, corrector de estímulos, hay que ver, que te desconozco y te
conozco. Más o menos.
2 comments :
Somos el camino que recorremos, nadie recorre ese camino a nuestro lado, se hace en soledad.. no me hubiese importado ser la portera de la casa de Cortázar, la verdad.
Beauséant, curioso deseo, ser la portera de la casa de Cortázar. No te veo. Las porteras de las casas de París tienen papeles paradójicos en muchas películas y en la literatura (Recuerdo a Perec). Somos una caja de sorpresas. Gracias por venir.
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