Ya falta menos
Un libro ha de ser un peligro. (Cioran)
Un libro ha de ser un peligro. (Cioran)
La música es el mejor de los consuelos por el sólo hecho de no crear palabras nuevas. Incluso cuando se les pone música a unas palabras, su magia sobrepasa y borra el peligro que ellas conllevan. Pero cuando es más pura es cuando se toca para sí misma. Uno cree en ella de modo incondicionado, porque la seguridad que infunde es una seguridad de los sentimientos. Su fluencia es más libre que todo lo que parece posible en el ser humano, y en esta libertad está la salvación. Cuanto más poblada esté la tierra y cuanto más domine la máquina en la configuración de la vida del hombre, tanto más imprescindible se va a hacer la música. Vendrá un tiempo en que sólo por ella podrá el hombre escapar a las estrechas mallas de las funciones, y el dejarla como una inmensa reserva de libertad, una reserva libre de toda influencia, será la tarea más importante de la vida espiritual en el futuro. La música es la verdadera historia viviente de la humanidad, una historia de la cual, sin ella, sólo poseemos partes muertas. No es preciso que saquemos de ella nada porque ella siempre está presente entre nosotros y basta con oír ingenuamente. Todo lo que no sea esto es un aprender inútil.
Elías Canetti
La provincia del hombre.
Amada,
a ti me dirijo como un romero, como un buscador de las perlas de tu ternura, me
sumerjo en tus aguas cálidas y te nado, incansable, por esas profundidades, a
veces oscuras, a veces de una luz que hiere. Preciosidad, te lleno de flores,
de colores en esta mañana negra, cuelgo pancartas de amor en tus balcones
interiores, pinto de palabras infantiles y amarillas las paredes de este martes
que nos regalamos mutuamente para llamarnos cuando podamos, para pensarnos
cuando debamos, para añorarnos en cada momento, para dejar en los minutos que
se van los besos que no nos damos. Reina de mi soledad, mimos, mimos son los
que necesitas en esta mañana de primavera en la que te imagino por esos
descampados desde tu casa al metro, con tu gesto decidido, con tus andares
enérgicos, con tus espaguetis en la tartera, como un obrero va a su trabajo así
vas tú a tus afanes cotidianos, a tu despacho que se está convirtiendo en una
peregrinación a Lourdes, en una romería a tu ermita de salvación. Pues mira, me quedo ahí, contigo, con esta lluvia
destiempo ¿dónde puedo estar mejor?
Los ojos de las monjas son medallas.
Mirando al mar de espaldas a la vida.
La espuma es una novia destrozada.
Sucede que es muy tarde para todo
Los niños saben cosas y se callan
Mirar el mar sin ti, me da tristeza.
Soy la costra de un sueño, si me levanto sangro.
Sucede que me duele aquí, en la tinta.
La radio tiene manos y te abraza.
Tengo que irme ya, me necesito.
Copular con la luz, de sombras, me embaraza.
(Desnatada)
Belén Reyes
Oriki para las
negras viejas de antes
En los velorios
o la hora en que el
sueño era ese manto
que tapaba los ojos
ellas eran como
libros fabulosos abiertos
en doradas páginas.
Las negras viejas, picos
de misteriosos
pájaros,
contando
como en cantos lo
que antes
había llegado a sus
oídos,
éramos, sin saberlo,
dueñas
de toda la verdad
oculta
en lo más profundo
de la tierra.
Pero nosotras, las
que ahora
debíamos ser ellas,
fuimos
contestonas,
no supimos oír;
teníamos
cursos de filosofía,
no creímos,
habíamos nacido
demasiado cerca
de otro siglo. Solo
aprendimos a
preguntarlo todo
y al final, estamos
sin respuestas.
Ahora, en la cocina,
el patio,
en cualquier sitio,
alguien,
estoy segura, espera
que contemos lo que
debimos aprender.
Permanecemos
silenciosas,
parecemos tristes
cotorras mudas.
No supimos
apoderarnos de la
magia de contar
sencillamente
porque nuestros
oídos se cerraron,
quedaron tercamente
sordos
ante la gracia de
oír.
Georgina Herrera
Suenan
los cuernos del ejército de mi otro yo, galopan sus caballos airados, las
quejas de los soldados de fortuna atruenan este espacio, espada en mano me enfrento a lo hostil, a esta
otra realidad. Con todos los no o a
pesar de ellos hoy tiene que ser, por fuerza, un día hermoso. Por si te falta
algo de primera necesidad te envío un ramo de gavilanes que limpie tus cielos
de insectos zumbando inquietudes absurdas, un batallón de aborígenes
australianos que recorra los campos de aterrizaje de los aviones de tus
fantasías, una cuadrilla de monjes copistas para que repitan con letras
historiadas tus mejores poemas eróticos y, por fin, una carpeta con hojas de
pan de oro para guardar tus cartas de desesperanza, tus elucubraciones de
principio de siglo, tus temores a ofensas imposibles, tu estudio intensivo de los
entresijos de estas cartas de amor que resbalan solas por mis dedos, sutil
sustituto de resbalar por la piel de tu corazón, de bajar por tu espalda que
palpita, de quedarse ahí, con los ecos, para mejor oírte y verte y sentirte y
temblar. Ahora te beso los brazos, me demoro en tus muñecas, chupo tus dedos y
me atrapan tus manos como a una mosca de verano. Voy a trabajar un poco que se
va la mañana.
* Del latín frustratĭo, la frustración es la acción y efecto de frustrar (dejar sin efecto o malograr un intento). Se trata de un sentimiento desagradable que se produce cuando las expectativas de una persona no se ven satisfechas al no poder conseguir lo pretendido.
En el País, Javier Ocaña informa
de: “Diez grandes películas para cinéfilos escondidas en Netflix”. Como soy
cinéfilo, netflixtico e ingenuo me lo creo y escojo una: “El especulador” (1963),
de Vittorio de Sica. Como ejercicio de contraste social, de cambios en la
manera de hacer cine (y de verlo), de formas de vida, interpretación, de
denuncia, de cómo hacer del drama una comedia, la curiosidad de ver la Roma del
63, es interesante. Como película me quedo con un Alberto Sordi (que no me gustaba
antes, era joven, yo, en fin) inmenso (con razón era un ídolo en Italia) algunos
momentos divertidos y fin. Espero
escoger mejor la siguiente.
Spotify tiene esas cosas, te
propone listas según tus presuntos gustos musicales (maldito algoritmo). Ayer
me invitó a conocer cantantes femeninas de aquí (o de allí). No me gusta
Anitta. No me gusta María Artes. No me gusta Nicole Wallace. No me gusta dani
(con minúscula). No me gusta Gabriela
Casero. No me gusta Bikôkô. No me gusta Marta Knight. No me gusta Sofi (de la Torre).
No me gusta Lea Leone. No me gusta Joana Serrat. No me gusta Ainoa Buitrago. No
me gusta Jordana B. No me gusta Marie Ulven. No me gustan la mayoría de
cantantes actuales, chicas o chicos, no me gusta tanta tecnología, esas
baterías programadas, tantas letras que no me dicen nada, tanto postureo,
tantas ilusiones que duran cuatro días y enseguida tienen que cambiar de
profesión. Sobre todo no me gustan porque no puedo estar al día para
emocionarme con lo que se emocionan los chavales de ahora. No me gusta no ser
un chaval, ser un viejo (casi). No me
gusta no enterarme de qué va la fiesta. A los niños, el cuento de cada noche
hay que contárselo siempre igual, se dan cuenta si improvisas o si cambias
algo, “así no es, mamá” (o papá). Me gusta Bach. Me gustan “los Beatles”. Me
gusta Mozart. Me gusta Miles Davis. Me gusta Thelonius Monk. Me gusta Serrat.
Me gustan los Stones. Me gusta The Band. Me gusta la Macanita. Y Camarón. Y
Celentano. Y cinco mil más. Me gusta lo que me gustaba, fidelidad a los gustos,
los míos, exijo mi derecho a que me guste o no me guste lo que yo quiera sin por eso ser más o menos
que nadie o diferente o…
“Disculpa ¿te gusta Rosalía?”
(me interrumpe un tío de bigotes en la segunda fila)
Ahí queríamos llegar. Conozco
más personas empeñadas en dejar muy claro que no les gusta Rosalía que personas
a les que les puede gustar pero no lo dicen.
“Ya, pero a ti ¿te gusta?” (que
pesado el de bigotes)
Una amiga me dice que a muchas
personas les molesta que triunfe porque es mujer, que les jode. Que no insisten
tanto en hombres que cantan y que no les gustan. Excepto con Raphael. También
dicen, mucho, muchos, que no les gusta.
Ni Camilo Sexto. Ni Pablo Alborán. ¿Os suena?
“No vas a contestar ¿No?, lo de
Rosalía.”
Tenemos un cirio mundial
monumental, guerras, crisis económica, enfermedades que no terminan, viruela
del mono, inseguridad a muchos niveles y el personal está a lo de Eurovisión, a
que no ha fichado Mbapé y a Rosalía, que no les gusta.
“Y a ti, Rosalía ¿te gusta?”
¡Sí! y Raphael y Camilo Sesto y
Rocío Jurado y la gata bajo la lluvia de la Durcal y Queralt Lahoz y la
Tremendita y la mayoría de los y las miles de intérpretes que he escuchado
en toda mi vida. Pero no doy tanto la brasa con que no me gusta Rosalía. Hostias.
Pesaos.
Rapa. Cuando en una serie lo
mejor es el paisaje algo no funciona. Cuando los guionistas, o quién sea,
piensan más en ellos que en el espectador
y dejan finales abiertos para secuelas improbables, se vuelven a
equivocar. Cuando a algún iluminado se
le ocurre que puede funcionar que Javier Cámara haga de Javier Cámara y no solo
eso, que se produzca una tensión sexual con la protagonista, es que no tiene ni
idea de por dónde van los tiros (ni las tensiones, aunque siempre hay gente rara).
Cuando las cuotas entre televisiones autónomas obligan a porcentajes de actores
se corre el peligro de escoger mal y que personajes secundarios (demasiados)
queden diluidos o exageren o dejen pequeño el producto final. El primer
capítulo promete pero después recurre a tópicos y enseguida sabes que ocurrirá
y que no, que tantos medios, tanto dinero y esa maravilla de Galicia como
escenario merece mucho más. Por cierto, una Galicia en la que nadie tiene
acento gallego y mucho menos lo habla.
Seis capítulos, yo no perdería el tiempo.
He recorrido un largo camino. He conocido a muchas, muchas personas. Me he bañado a uno y otro lado del Atlántico, dónde termina la tierra y dónde empieza. He dormido en 16 camas diferentes, junto a la misma mujer. He visto amanecer casi cada día, el atardecer de bastantes, bosques interminables y también bosques quemados, árboles nuevos, flores, guacamayos, flamencos, aves extrañas en los manglares, cayos, estrellas de mar, ermitas, corazones abiertos, catedrales, caminos de siempre, nuevos, lluvias tropicales, la cola de un huracán, alucinados intentando grabar la vida en vez de vivirla, fotógrafos de todo aquello que se menea, compulsivos devoradores de sol. He escuchado historias de vidas tristes, de vidas alegres, músicas de siempre, sonidos de la pobreza, ruidos en la noche, croar de ranas gigantes, arrullos de pájaros. He tocado sonrisas con la punta de los dedos, la piel de la dicha, los vestidos de los seres desnudos, de los que tienen poco. He volado. He visto mis paisajes interiores, mis miedos, mis deseos, mi alegría. He vivido con intensidad mi ahora. He hecho tantas cosas que ahora mismo no soy capaz de contarlo todo.
Tim Lukeman
Ella lo definió como halo.
Lo bueno de la soledad es
escuchar fuera lo que no tengo dentro, vivir en otro mundo del que vivo. Lo
escribo para que no se me olvide. Lástima de paisaje truncado, de horizonte tan
cercano, de este asco que vive en mi garganta desde que despierto hasta que
intento dormir. Llevo demasiado tiempo sin verme, no tengo espejos, ni eco, me
ignoro, estoy olvidando quién soy, o quién era, mejor eso, ahora soy nadie, ni
siquiera un número. Sin embargo estoy vivo. Si esto se puede llamar vida.
Tránsito lo define mejor. Me estoy quedando sin palabras, poco a poco las estoy
olvidando. Se me rompen entre la lengua y la garganta. La humillación de no
saber, de una memoria cansada, de esta oscuridad sin grillos ni pájaros, sin
cangrejos ni nubes, sin melodías ni belleza en el andar de una mujer. Apenas
las recuerdo, a las mujeres, ni sus voces, la curva de unas caderas. No sé qué es una
caricia. Hace dos vidas que nadie gime en mi oído. Hace tres siglos que nadie
me dice te quiero. Sin embargo…
Abren la mirilla, es hora de
comer.
Vivo en un cinco por dos, con una pequeña ventana que da a ninguna parte. Tengo contados los pasos de esquina a esquina. Pocos. También llevo la cuenta de los días que llevo aquí. Muchos. He aprendido a soñar. En blanco y negro. No me relaciono con mis vecinos, ni en el patio. Tengo miedo. No es nuevo, siempre lo he tenido. Quizás por eso estoy aquí, quizás no solo por eso. Vivo en un cinco por dos.
Vacilamos
un momento
y poco después reconocemos
que tenemos la misma enfermedad.
No existe una definición
para esta admirable tortura,
hay quién la llama spleen
y quién melancolía.
Pero si aceptamos el juego
en los márgenes encontramos
una señal inteligible
que puede dar sentido a todo.
.
Eugenio Montale.
(Versión
de Jorge Aulicino)
Hubo un
tiempo, recuerda, en el que Parker daba vueltas al árbol de los días. Todo era
fácil, alegre, relucían las mañanas, corría por ellas como un Mercurio ciego. Se
comía la vida a bocados, como si fuese una manzana roja, olorosa, dulce. Luego
la manzana se endureció y hubo de quitarle la piel, cortarla en pequeños
pedazos, morderlos con cuidado, masticarlos repetidamente y soportar las malas
digestiones.
Un día cambiaron los papeles, Parker se volvió manzana, colgado de una rama,
expuesto a los vientos, al frío, a la lluvia, soportando los picos de los
pájaros.
Aun así la vida iba de otoño a primavera y todo era como debía ser, llovía de
arriba abajo, la nieve era negra y los tigres se comían a los fotógrafos
audaces.
Hoy se ha despertado en medio de nada, un mundo sin eco donde todo es blanco o
negro, no importa, todo no es, no hay manzanas.
Monólogo de “Il Teatro Canzone”, compuesto junto a Sandro Luporini. La primera presentación se realizó el 5 de noviembre de 1991 en Pesaro.
–
No, no es verdad, no tengo nada que reprocharme, quiero decir, no me parece que haya hecho nada grave. ¿Mi vida? Una vida normal, no he robado, ni siquiera de pequeño en casa. No he matado a nadie, por supuesto, uno que otro acto impuro, pero es normal ¿no? Trabajo, tengo una familia, pago mis impuestos, no me parece que tenga algún defecto. Tampoco voy de caza, por decir algo.
¿Eh? Ah, hablan de antes… ah, no antes, antes de que me comportara como todos. ¿Cómo me vestía? Me vestía, me vestía… me vestía como ahora. Bueno, no del mismo modo que ahora, un poco más… sí, jeans, suéter…chaqueta. ¿Por qué? ¿No está bien? Pero era cómodo. ¿Qué cantaba? Entonces quieren saber lo que cantaba, pero sí, por supuesto, también canciones populares, Ciao bella ciao, ¿debo hablar más fuerte? Sí, Ciao bella ciao la cantaba acompañado, y también La Internacional, pero en coro eh. Sí, eso lo admito, estuve ahí. También vi a los Inti Illimani, pero no lloré. ¿Cómo? ¿Si tengo fotografías en la habitación? Qué dicen, por supuesto, las fotografías de mis padres, de mi esposa, mis her… ¿carteles? No lo creo… quizás uno, pequeño, pequeñito, sí, del Che Guevara, ¿pero cuál es el juicio aquí? No no no no, no lo hice, el puño no lo he levantado, el puño no. Bueno, en realidad sí, una vez, pero fue un puño así, chiquito, en serio. ¿Cómo? ¿Si era comunista? Ah, mejor, me gustan las preguntas directas eh. ¿Quieren saber si era comunista? No, no, porque finalmente de esto ahora nadie habla, todos hacen fintas, pero a veces es correcto aclarar estas cosas, de una vez por todas. Oh, ¿si era comunista? ¡¿En qué sentido?! No, quiero decir…
Alguno era comunista porque nació en Emilia
Alguno era comunista por el abuelo, el tío, el papá… la mamá no
Alguno era comunista porque veía Rusia como una promesa
China como un poema, el comunismo como el paraíso terrestre
Alguno era comunista por se sentía solo
Alguno era comunista porque había tenido una educación demasiado católica
Alguno era comunista por el cine lo exigía, el teatro lo exigía, la pintura lo exigía, y la literatura también: lo exigían todos
Alguno era comunista porque se lo habían dicho
Alguno era comunista porque no se lo habían dicho todo
Alguno era comunista porque antes, antes, antes era fascista
Alguno era comunista porque entendía que Rusia avanzaba lento, pero lejos
Alguno era comunista porque Berlinguer era una buena persona
Alguno era comunista porque Andreotti no era una buena persona
Alguno era comunista porque era rico pero amaba al pueblo
Alguno era comunista por bebía vino y se conmovía con las fiestas populares
Alguno era comunista porque era tan ateo que necesitaba otro Dios
Alguno era comunista porque estaba tan fascinado con los obreros que quería ser uno de ellos
Alguno era comunista porque ya no soportaba ser obrero
Alguno era comunista porque quería un aumento de salario
Alguno era comunista por la revolución, hoy no, quizás mañana, aunque seguro pasado mañana
Alguno era comunista, viva Marx viva Lenin viva Mao Zedong
Alguno era comunista para hacer enojar a su padre
Alguno era comunista porque solo veía la Rai 3
Alguno era comunista por moda, alguno por principio, alguno por frustración
Alguno era comunista porque quería estatizarlo todo
Alguno era comunista porque no conocía a los empleados estatales, paraestatales y afines
Alguno era comunista porque había cambiado el materialismo dialéctico por el Evangelio según Lenin
Alguno era comunista porque estaba seguro que detrás suyo estaba la clase obrera
Alguno era comunista porque era más comunista que los otros
Alguno era comunista porque estaba el Gran Partido Comunista
Alguno era comunista porque no había nada mejor
Alguno era comunista porque habíamos tenido el peor Partido Socialista de Europa
Alguno era comunista porque el único estado peor que el nuestro era el de Uganda
Alguno era comunista porque no aguantaba más de cuarenta años de gobiernos democratacristianos incapaces y mafiosos
Alguno era comunista por la Piazza Fontana, Brescia, la estación de Boloña, el Italicus, Ustica, etcétera, etcétera, etcétera
Alguno era comunista porque quien estaba en contra, era comunista
Alguno era comunista porque no soportaba más esa cosa sucia que nos obstinábamos en llamar democracia
Alguno era comunista porque creía ser comunista y quizás era cualquier otra cosa
Alguno era comunista porque deseaba una libertad diferente de la americana
Alguno era comunista porque creía poder estar vivo y feliz solo si también lo estaban los otros
Alguno era comunista porque necesitaba un empujón hacia algo nuevo porque sentía la necesidad de una moral distinta
Porque quizás era solo una fuerza, un vuelo, un sueño. Era solo un impulso, un deseo de cambiar las cosas, de cambiar la vida
Sí, alguno era comunista porque con este impulso cada uno era… más de sí mismo: era como dos personas en una. De una parte la persona fáctica cotidiana, y de otra el sentido de pertenencia a una raza, que quería alzar el vuelo para cambiar realmente la vida
No, ningún arrepentimiento. Quizás porque ahora muchos hemos abierto las alas sin ser capaces de volar, como gaviotas impotentes
¿Y ahora? Ahora también nos sentimos como partidos en dos. De una parte el hombre insertado, que atraviesa obsequiosamente la escualidez de la propia supervivencia cotidiana, y de otra, la gaviota ahora sin siquiera intención de volar, porque el sueño ya se ha contraído
Dos miserias en un mismo cuerpo–
–
Giorgio GABER, Alguno era comunista (1991) | Traducción de Angelo A. Narváez León (Investigador Postdoctoral, U. Católica de Valparaíso) para Buenos Aires Poetry, 2020.
Tomado de:
https://buenosairespoetry.com/2020/02/03/alguno-era-comunista-giorgio-gaber/