Luna Miguel
Cicatrices
Mi abuelo tiene una cicatriz en el estómago.
Mi abuela tiene una cicatriz en el pecho.
Mi madre tiene una cicatriz en la garganta.
Mi padre tiene una cicatriz en la rodilla.
Mi amante tiene una cicatriz en el costado.
Mi vida no tiene cicatrices. Solo manchas,
aceite, tiempo quemado:
un rasguño.
se llama esmegma
había un niño con seis dedos y también
una montaña de colillas y unas revistas picantes
que mi madre encontró y destrozó
mientras lloraba
había unas gafas para jugar al baloncesto
su plástico transparente pero rígido
oprimía la carne alrededor del párpado
había unas pastillas para la depresión
que podría haber robado de la encimera de la cocina
pero que preferí contemplar como si fueran
chuches caducadas en el tarro de un ultramarinos
había suciedad entre las uñas de mis dedos y había
suciedad entre los pliegues del prepucio
que un día mi padre me enseñó a limpiar
y cuyo nombre médico descubrí más tarde
cuando busqué en internet cómo lavar el glande
de mi hijo con delicadeza vi que a aquellos
grumos se les llamaba esmegma
había un cartón de vino blanco en la nevera blanca
de la abuela y había un patio con un árbol y un
peluche amarillo y también la cuchara de la sopa
que abrasaba el paladar
había carreteras a las cinco de la madrugada
había una chica que me metía la mano por debajo
del pantalón de chándal había una malla de hachís
unos jerséis de lana unos manuales financieros
había una libreta donde anoté
todas las veces en las que mi madre tropezaba
todas las veces en las que mi padre enmudecía
todas las veces en las que dije yo no seré así
—
Luna Miguel
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