When Night Is Falling
Nos conocimos en el trabajo. Celia era seria, reservada, apenas se relacionaba con nosotros. Tampoco con las chicas del turno de tarde. A los del taller nos llamó la atención su melena pelirroja. Sobre la Fenwick colocaba los palets en los estantes superiores con una gran habilidad. Paco siempre se burlaba. Te mira –decía- te has enamorado. La verdad es que me gustaba. Un día, en el descanso de las once, nos tomamos un chocolate en la máquina del vestuario. A partir de ahí comenzamos a hablar. Los martes, a la salida, íbamos en mi coche hasta el centro ya que ella asistía a unos cursillos de no sé qué. Hicimos una buena amistad.
Aquel fin de semana Juan y Luis, mis compañeros de piso, pensaban ir a la sierra. Aproveché para invitarla a casa a tomar unas pizzas. Veríamos unos vídeos o jugaríamos a la play. Insistí desde el martes y el jueves estuvo de acuerdo. Dijo que ella se encargaba de las películas. Esa noche del viernes estaba muy nervioso. Me encargué de ordenar la sala, pasar el aspirador y recoger todas las revistas. Incluso bajé al Eroski a comprar un spray de ambientador. Celia vino muy guapa con unos ajustados pantalones de cuero negro que hacían juego con nuestro sofá. Tomamos una cerveza y nos reímos hablando de Paco. Luego nos sentamos frente al televisor, no muy juntos, la verdad. Ella había traído “When Night Is Falling ”, una película canadiense del 95. Mítica, dijo ella. A mi me parecía un rollo, lenta, aburrida. Hacia la mitad la cambió por un DVD, “Lazos ardientes", esta del 96. La trama era parecida y de pronto Celia suspiró, se levantó y telefoneó con su móvil a una tal Carmen. Estuvo más de media hora hablando sentada en mi cama. Mientras, me dediqué a ver el partido de pelota, muy entretenido por cierto. Cuando iban 21 a 13 volvió, con los ojos como de haber llorado, me pidió disculpas y se fue. Después llegó el repartidor de pizzas. Me las comí, sólo, las dos. Y me bebí cuatro cervezas.
Ahora, los martes, Celia baja al centro en autobús. Nos saludamos, pero no hemos vuelto a tomar juntos un chocolate. El otro día, al cargar un camión, se le soltaron las maderas del embalaje y rompió una pieza importante que habían fabricado para Renault. Además se ha cortado la melena pelirroja y le sienta de pena. Ya lo dice Paco. El sábado me iré con él, con Juan y Luis, a la sierra, espero que no haga mucho frío. Qué rabia.
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