Jenna y Briana.
Ella no era Jenna Jameson pero no me escuchaba aunque dejaba anzuelos en las fortuitas aguas de sus ojos. Contamos de diez a cero y repetimos, después de cero a diez y no hubo manera, las cuentas no salían, los cuerpos no ardían.
Ella, que no era Briana Banks ya no me miraba, hacía señas a la japonesa que vendía rosas de papel y linternas azules, buscaba la luz verde de un taxi. Fuimos. Por casualidad, en el coche sonaba Yesterday. Volví. Yo no era Bobby Vitale.
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