Ir y venir.
Ha bajado la temperatura en los pezones de la mujer de piedra, las alfombras están mudas.
Cada gota de lluvia es de un color diferente, me impregnan cuando me revuelco entre las flores con rocío y alfabetos, entre las ortigas del último beso.
Estoy clavado en la cruz de la despedida a los jadeos desnudos, cuando nos escondíamos bajo paraguas en la isla del tamaño de apenas un armario. Allí éramos náufragos, humo, amantes, nada.
Sin embargo voy y vengo.
Ahora, voy.
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