lunes, 2 de noviembre de 2020

Israel Galván






 Temeridad, laconismo, temeridad inocente. Con ello Israel Galván inventa una nueva forma de grandeza en el mundo del baile flamenco y, sin la menor duda, en el mundo del arte en general, nuestro caro arte contemporáneo. Laconismo y humildad hacen del artista un personaje cuya psicología resulta difícil de entender: crea Pathisformeln sin patetismo, puras fórmulas para el padecer, o sea, para el ser-afectado de cuerpo y para el acto expresivo de su danza (recuérdese cómo planteaba Gilles Deleauze a partir de Spinoza el tema de la expresión: ¿Qué puede un cuerpo?). He ahí por qué sus gestos nos conmueven sin que podamos atribuirles una significación emocional precisa (expresar no quiere decir significar). Su cuerpo produce fórmulas cuyo pathos queda ahí, ante nosotros, aunque como en suspenso, como si flotara en la sombra. Ni alegre, ni triste. Nunca grandilocuente, jamás retórico. Agacha la cabeza, camina en redondo, lentamente, sin afectación ni siquiera afección. Y sin embargo, nos emociona. ¿Por qué?

Edwin Derby, que en los años cuarenta había admirado a Carmen Amaya y a la Argentinita, proponía que cualquier apreciación de la danza se basara en nuestra capacidad para mirar a la gente común cuando anda por la calle y ver si ocurre algo (seeing something happen) o no. A pesar de su apabullante virtuosismo, Israel Galván suele arrancar de ahí: de los gestos más sencillos, sin maestría aparente, gestos que muestran la humanidad sin demostrar fuerza o habilidad particulares. Cuando asistí a sus clases, tuve la impresión de que no le interesaban los buenos alumnos: sólo observaba al más viejo, ese que se sofoca, baila pese a todo, sin porvenir, que se conforma en el presente con lo poco que tiene. En el fondo, sólo le interesa el bailaor pobre, ese que sin duda él quiere volver a ser más allá de su propio virtuosismo. Le gusta, dice, el gesto de los que oran ante el Muro de las Lamentaciones. Le gusta que Passolini, en Il Vangelo secondo Matteo, pusiera en escena una Salomé que probablemente no sabe bailar, que no hace casi nada.

 - Editorial Pre-Textos. Traducción de Dolores Aguilera.



4 comments :

Recomenzar dijo...

tienes un blog muy bello te felicito

Pedro M. Martínez dijo...

RECOMENZAR muchísimas gracias, lo mantengo con mucha ilusión y cariño.
Un beso.
Un regalo apropiado a tu Nick (Recomenzar = Comenzar de nuevo) https://www.youtube.com/watch?v=uqSg0EVQD4s

LA ZARZAMORA dijo...

Con la que está cayendo, aplaudo tu osadía.
Aplaudo.

Y te beso.

Pedro M. Martínez dijo...

LA ZARZAMORA/ LA ZARZAMORA el sábado, en el concierto de jazz me di cuenta que aplaudo con pausa flamenca, que casi me sale un quejío, arsa, un plauso con duende. Beso de Sacromonte

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