Ensimismado
Corto de miras, un
lelo, ensimismado en lo que escribo, sin mirar a los lados, no como esos
reptiles de mirada periférica, un camaleón por ejemplo, no, con orejeras,
mirándome el ombligo sin cesar, sin mirar hacia otros lados, que los hay, vaya
si los hay, leer, sentirlo, admirarme acomplejándome, empequeñeciéndome,
agarrándome al absurdo de la estadística, sí pero yo tengo más me gusta, cómo
se puede ser tan simple, que sí, que de escribir sentimientos que nacen dentro de la piel,
debajo, en las entrañas, por ahí, doliente voz borboteando en inviernos del
alma, amor encontrado en Ella, en otras Ella, en un templo de Barcelona, yo qué
sé, paso a escribir como un amanuense, un monje benedictino que copia textos
desde la esquina del cerebro que organiza un Stockhausen ibérico, un
burgués emocionalmente inestable, al borde de la melancolía, un perro negro a
punto de morderme las pantorrillas, ¿ves?, a nadie le importa esta retahíla de
boberías alienadas en el escaparate, lo sé, mi espejo habla, habla el que en él
se refleja y dice, me dice, espabila, chaval déjate de nostalgias del piso de
Tívoli, infancias en una cocina luminosa entre mujeres y risas, salto al vacío
de la vida, soledades compartidas, las garras del trabajo, el primer beso en la
sombra, el tedio, el miedo, el amor como una losa, siempre una Ella en la
confluencia entre ser y no haber sido, esperando su llegada, su paso, y no
venía, llegó tantos años después, podemos ser amigos, ¡no!, que no
quiero ser su amigo, solo, que quiero su cuerpo enjuto y pálido abrazado al mío
en la ternura, crucificados a besos nunca dados, inventar la dulzura de una voz
ahora tan ronca, definir la pasión, imaginar caricias en sus muslos, esto es
así, empieza en uno y termina en infinito en esas madrugadas plomizas en las
que el viento alborota las gaviotas que van de un sitio a otro, galopando entre
olas oscuras, de la alameda llega el silbido entre los árboles deshojados, una
ausencia hizo la otra, melodía prófuga, la vida pasa en tres minutos de una
canción de Sinatra, my way, descifrar lo incomprensible, la travesía de los
días, vivirlos con el corazón colgado de un bramante de sueños desmedidos,
mirar la luna hasta perder la razón, si aún quedaba, el desaliento de las
amistades que se fueron, recuerdo las playas, las blandas arenas que he pisado
en bajamar, los brazos bronceados, las huellas en la orilla, su bikini escueto
y verde, sus caderas generosas, mi cuerpo varado junto al suyo en las noches
oscuras y cálidas, un aeropuerto en Bruselas, la retirada cuando me reñía, sus
labios llamándome luego, ven, desnudos sobre el crepúsculo, el nuestro, un
tiovivo de voces, su acento dulce, la escarcha de las despedidas, no te vayas ,
amor, ¿volverás?, como un funámbulo sin equilibrio, caminando sobre un alambre
tenso, sin red abajo, me rompí las piernas, el alma, las ilusiones, la
esperanza, nadie aplaudía ya, los violines, aquella orquesta pagada,
toquen otro vals, el último, ¿qué queda?
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