Amén.
II
Esto
es un intento, un animal sordo, irreverente, taimado, que ha probado la sangre
de la belleza y se oculta entre los juncos esperando las gacelas que abrevarán
de madrugada.
Inventa
la primavera infinita y la música es el abismo donde se suicidan los colores y
el hambre de eternidad.
La
indiferencia destruye el hábito de dioses ocultos en la tradición, con las
palmas de la mano hacia arriba, como esperando una limosna de credo o el
castigo con varas de avellano.
El
cuerpo y sus apetencias, un torpe obstáculo entre la confesión y la ternura.
Nadie
sabía, nadie comprendía y el fuego de los sentidos devoró el prado, luego la
casa, luego esparció ceniza de huella en huella hasta que todo fue humo.
Eliminados
los obstáculos, las palabras esdrújulas, justo entonces vino la nada.
Amén.
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