Avispas.
Estas cosas les suelen pasar a
otros. Esta vez no. Un fastidio. Con esto de los calores dejé una ventana
abierta, entró una avispa y se aposentó en el techo, cabeza abajo. Intenté
hablar con ella pero o no me entendía o se hizo la loca, no le presté más atención, ya se iría. Ingenuo
de mí, al día siguiente, miércoles, entró otra. Todo esto lo cuento porque los
periódicos dicen que son, no sé si asiáticas o asesinas, algo de eso,
peligrosas, para avisarles, a ustedes. Resumo, vinieron más, muchas, el nido creció hasta
ocupar medio salón. La verdad es que sin contar la reducción de espacio habitable
(por mi familia), las avispas no molestaban demasiado, iban a lo suyo,
entraban, salían, hacían zuuuum (esto era lo más fastidioso, el zumbido nocturno).
Me acostumbré a ellas. El viernes vino la Reina y todo cambió. En casa no
tenemos tradición monárquica pero le dimos una oportunidad. Al principio nos
costó adaptarnos al protocolo y eso pero la cuestión es que esta Reina se
comporta con elegancia, habla con fluidez de temas diversos, de que no tiene
Rey, de las horas extras de los zánganos, de que la Abeja Reina es plebeya, le
sugerí no tocar lo de la política y a cambio ella se comprometió a reducir los
zumbidos en la madrugada. Qué quieren que les diga, el nido ocupa media casa
pero hemos cogido cariño a esta Reina, qué maja. Aquí siguen, las avispas.
Bomberos de Bilbao retiraron 464 nidos o enjambres de abejas y avispas en 2016, y en lo que va de año llevan 56
(Sí, sí, hemos avisado a los bomberos pero no acaban de venir, es una plaga, ¡Socorro!)
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