Creer en algo porque es absurdo
Esta mañana, en Oslo, en la esquina de la calle Drammensveien, me cruzo con un pastor anglicano, me mira y dice “Certum est quia absurdum est”. ¿Qué? -digo, sorprendido-. No se detiene, cuando se ha alejado unos pasos se gira y dice “a los fornicarios de una parte y a los adúlteros de otra, Dios los juzgará”. Esa me la sé y contesto “Hebreos 13, versículo 4”. El pastor no se achanta, a unos doce metros grita “Yo es otro”. ¿Qué dice? -digo-. Sonriendo me fulmina con un, “Rimbaud, que no te enteras”. Esta ciudad se está volviendo peligrosa.
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