Nada, dije.
Como se despluma una gallina, a puñados, estas
son voces recogidas con dolor y cigüeñas góticas picoteando con solemnidad las
semillas que flotan en el río de la nada, trenes entrando en túneles
interminables y así sea.
Solo desordenados párrafos escépticos sobre el
tormento del desamor, los celos, también de himnos y a nada que te descuides de
San Juan Crisóstomo conduciendo un pensamiento que se difumina en un paisaje de
niebla y vacas.
Hablan de la decrepitud del cíclope, de la
embriaguez de la belleza, de la virtud de los centauros, de la arquitectura al
servicio de los inmorales, del desvalido que no se reconoce en el otro. Hablan
de lo incierto.
La voz del déspota, la persistencia del
adúltero, la reverencia del subordinado, el murmullo del avaro, el impostor
reverenciado, la destilación cautelosa de la música, la metafísica del
convicto, las cloacas abiertas en la noche, el gozo ajeno.
Delicadeza del albañil levantando el muro y las
líneas secretas, la jerarquía de los convictos, la aldaba con tres toques y
repique, todo es lo vivido, todo es el ayer, todo es tanto y la náusea, lo que no existe es lo que vivo y digo, nada,
dije.
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