Aviso a navegantes.
Quién practica la escritura de/para blog tiene algo de banderillero, se enfrenta con tan sólo dos pequeños palitroques de entusiasmo, casi a cuerpo limpio, al enorme toro negro de la inseguridad sobre que lo que deja en la página tenga calidad, sentido, cumpla unas mínimas normas -incluidas las gramaticales- saber quién te lee, cuántos, cómo, qué demonios entienden.
Aún así se aprende a sortear las embestidas de la duda con quiebros y molinetes (casi) literarios, buena voluntad y una afición sin desmayo. Los más osados lo llaman vocación.
En cualquier caso es un ejercicio solitario y complejo, no apto para cobardes, sin el peligro que nadie te tire tomates o lechugas, con la dificultad de no saber si por ese camino se llega a Cuenca, a Pontevedra o si estamos donde estábamos.
De momento, estamos.
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