Concepto
Se le quedó
el amor entre los dedos y en los ojos la sombra de una tristeza constante.
Se definió a
sí misma como ausente, deshabitada, lejos del mar, enlutada, sin te quiero en
la lengua, sin esperanza de regreso.
Cómo quedé
yo mejor no lo digo ahora, ya que entre buscar nombres, historias, migraciones y
fuerzas, vergüenza, alegría, regular el contador de ausencias, comprar
billetes, surcar mares, es que no tiene uno tiempo para nada, que después de
una semana santa de capirotes y pasmarotes debajo de las cornisas protectoras
del sol o de la lluvia me pregunto qué hago aquí desgranando historias inverosímiles, que
estas cosas no ocurren, tanta penumbra, tanto desamor, situaciones desgajadas
de la nada, viaje a ninguna parte, caminos por el borde de imaginar lo que no
ocurre, qué ocurrencia, a cualquiera que se le diga, con un delantal de
carnicero, cortando en canal la res de las emociones, viendo crecer las amargas
flores de la tristeza, el tiempo como un sacacorchos, morirse de tedio, el
aburrimiento como una bandera, en mitad de la calle perros aullando a falta de
otra actividad, heridas, sangre, esquelas, esa anciana al otro lado de la mesa,
su mente vacía, llena de alzhéimer, miro la página, la pongo del revés,
la doy vuelta y vuelta y me llevo dos, contemplo el blog, lo mimo, lo preservo,
sustituye a lo que no (es una pregunta), en este tiempo de nubes es un truco de
magia, una ilusión, cambio un post por un te quiero, silencio detrás de las
paredes sin cuadros, marca de lo que hubo en el papel pintado, palimpsesto de
palimpsesto, es decir lo que ya antes de antes de antes, inquietud, cobardía,
el corazón en un frasco con alcohol, calor, color, granizo en las procesiones,
santos por los suelos, nazarenos en el portal, la mirada un segundo antes del
amor, los gemidos acallados por sus dedos, que nadie escuchara el placer
prohibido y sin embargo, ay, que no sé qué hago aquí, en esta trainera blanca
sin remos ni remeros, a merced del viento de la imaginación, entre olas, vivir
en cuesta, entre plátanos y maizales, zarzas y helechos, acunando a los que
vienen, dejando en el umbral lo que te dije, la caricia en el cuello, mis
labios en su espalda, el cuerpo adormecido, no sabía querer y después no supe
dejar de amar, senderos con culebras y mastines, caballos pastando entre la
niebla, vacas blancas pintadas a lo lejos, quién soy y qué hago aquí y la
respuesta se me queda en el estómago, como una mala digestión, la copa
derramada en el mantel, el vino, ya no sé nada y solo queda resistir, no hay
regreso al paraíso, el infierno es el hábitat natural, donde vivo, su espalda
en la pared, mis manos hábiles, me he quedado ahí, te lo confieso, se me olvidó
vivir, por eso escribo, etcétera, etcétera, etcétera.
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