El jardín de la memoria.
Hoy me clavo unas tijeras de pena en una
vena del muslo. Me las clavo de nuevo. Y otra vez. Voy dejando gruesas gotas de
sangre que forman círculos. Me bajo en la próxima. La busco. Grito su nombre
por las alamedas. Me voy a dormir como un clochard sobre los cartones, bajo los
arcos de Santa Ana.
Me despierto ahora con la música de violinistas ciegos
y estoy desnudo delante de toros negros en campos de aire, de luz, de nada.
¿Qué ocurre?
Ocurre que me aventuro y arropo con cartas inciertas,
con simulaciones literarias porque aún no he escrito las palabras que digan lo
que pueden decir y escarbo en la raíz de mi escritura hasta encontrar lo no
dicho.
Aún no lo he encontrado.
(No me extraña)
(No me extraña)
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