Aquel momento.
El rocío nos mordió de madrugada, los mastines espantaron el rebaño de goces, azafrán derramado en la mesa, flores secas y música ajada.
La estancia era dulce y transparente, sentí tus manos acariciar las mías, busqué tu cuello con los labios y encontré la húmeda puerta de mármol, nos miramos y el vértigo nos anegó.
Lloramos de tan felices.
Agitabas cascabeles en los tobillos desnudos.
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