miércoles, 11 de noviembre de 2015

Jardinero sin memoria.






  
Bella, te cuento que llevo colgado tu peso en mi sexo. Duele, sé lo que me digo, dije, pero estoy disfrazado y ese del espejo convexo no soy yo o ya no me reconozco.

No es fácil asumir que te mueres, estás tan bien, cantando, asomado al balcón, fumándote la mañana y esa señora de negro de la casa de enfrente es la muerte. Como en las películas te mira, te mira y no es interés, no, es que estás en la lista, tienes el número doce y van a dar las once en el carillón del ayuntamiento.

Vaya días, esa señora que dije, digo, Diego, en un aeropuerto y yo en otro, vuelos equivocados, aviones volando bajo, miedo a volar, niebla en Newark, lluvia en Roma, no hay aeropuerto en Bilbao, anoche lo borró ese mujer que nos mira, tan seria. Miro y remiro en las esquinas por si nos sigue.

Corre, corre.

Por cierto, hermosura, empiezo a tener miedo ¿estás segura que no nos ha visto subir al autobús?





A pesar de la sala sucia y oscura
de gentes y de lámparas luminosas,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.
¡Y no ponga los ojos en esa hermosa
que frunce de promesas la boca impura!
Eche veinte centavos en la ranura
si quiere ver la vida color de rosa.
El dolor mata amigo, la vida es dura
y ya que usted no tiene ni hogar ni esposa,
si quiere ver la vida color de rosa
eche veinte centavos en la ranura.


Raúl González Tuñón

1 comments :

Maribel dijo...

Hacer equilibrios sintiéndonos en la cuerda floja, sin mirar hacia abajo, para dar esquinazo al vértigo, y hacerle un corte de mangas al miedo. Sin volver la vista atrás, situando nuestros ojos en paralelo con el presente. Furtivamente echar un vistazo hacia arriba, colocarnos de puntillas, y sentir que podemos rozar el cielo con la yema de nuestros dedos, si no detenemos nuestro paso, ni interrumpimos nuestro paseo hacia ninguna parte. Sabiendo que es precisamente ahí, en la meta inexistente, donde nos espera el único firmamento que es capaz de poner las cosas en el lugar que deseamos y que lo compone, únicamente: las bocas besándose. Y ellas no precisan de máquinas, ni de monedas para saber que la vida puede ser y es de color de rosa, si disfrutas de los labios que, evidente o secretamente, se sujetan a los tuyos.

Besets!

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