Seguimos esperando
Sobre
las mareas rutinarias de los días no llega el barco de ningún mesías, aún no
atraca, no todavía, no traerá esperanzas de un más allá que inventamos para
hacer llevadera la espera, para hacerla blanca.
Los
fantasmas del inconsciente están sentados en el quicio de la nuca, esperando.
Los
mayordomos que sostienen los candelabros de la razón también esperan.
Nunca
se abre el portón por donde aparecerán los ángeles portadores del significado
de la vida, las claves, la solución, el lleno eres de gracia, no.
Es
absurdo, lo sé, pero a pesar de todo seguimos esperando.
Aparentemente, de vez en cuando
los adultos se toman el tiempo de sentarse a contemplar el desastre de sus
vidas. Entonces se lamentan sin comprender y, como moscas que chocan una y otra
vez contra el mismo cristal se inquietan, sufren, se consumen, se afligen y se
interrogan sobre el engranaje que los ha conducido allí donde no querían ir.
Los más inteligentes llegan incluso a hacer de ello una religión: ¡ah, la
despreciable vacuidad de la existencia burguesa!....Odio esta falsa lucidez de
la edad madura. La verdad es que son como todos los demás: chiquillos que no
entienden qué les ha ocurrido y que van de duros cuando en realidad tienen
ganas de llorar.
Sin embargo, es fácil de
comprender. El problema está en que los hijos se creen lo que dicen los adultos
y, una vez adultos a su vez, se vengan engañando a sus propios hijos. "La
vida tiene un sentido que los adultos conocen" es la mentira universal que
todos creen por obligación. Cuando, una vez adulto, uno comprende que no es
cierto, ya es demasiado tarde.
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