Recuerdos insumisos.
Es un mundo
que vive y muere en cada momento. No existe prueba definitiva de existencia ni
en el pasado ni en el futuro y solo es real el instante presente que uno puede
tocar con sus propias manos y ver con sus propios ojos. Semejante concepción
del mundo es exclusiva del budismo del Mahayan; la realidad solo existe en el
presente, no existiendo ni el pasado ni el futuro. ( El Templo del Alba. Mishima)
La noche
traspasa los músculos del zahorí y aunque han pasado los años de la garza del
estanque la veo ahí, posada en la línea del blanco hombro del ayer.
Los
recuerdos se han declarado en insumisión. He ido y no he vuelto. Como las
alborotadoras ranas en la República (Dominicana) croan entre mis uñas y me
sumergen en involuntarios sueños ocasionales, en abortados intentos de llamadas
que estrangulo mientras el futuro me sube por la espalda y muerde mi cuello con
rabia. Estos viajes de la nostalgia me descontrolan, me alteran, tanto que
ahora que lo/me leo crece una tijera de podar en cada uno de mis ojos mientras
Henri Salvador asiente en su jardín d´hiver.
Fuera hay
una llovizna de desconocidos, golpea en esta ventana que parpadea, se me está
inundando el cuarto de tristeza.
Hay veces
que me inquieta enseñar el culo en lo que escrib o/iré.
4 comments :
Los cuartos de tristeza tienen un desagüe.
Guárdalo.
Vuelve la tristeza a despeinarse los parpados donde de esconden las lagrimas.
Lili.T, sí, el sumidero del agua negra remansada en días sin brillo. Esos cuartos de tristeza tiene también un interruptor (mira, al lado de la puerta, a la izquierda, arriba, sí, ese), le das, click, y el mundo se ilumina.
Lo guardo.
Hada con mayúsculas, la tristeza vive en los lacrimales de las zarigüeyas que suben y bajan por los días de cromo y antimonio, por los árboles crípticos, por las avenidas con gentes atribuladas que agitan banderas sin convencimiento y olé.
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