viernes, 12 de septiembre de 2014

Nunca escribiré una carta así..




Ay, hemos perdido a propósito el libro que todo lo explica, pero ven, cierra los ojos, vamos a nadar a otros mares, a otros remansos, aunque tengamos que diseñar un océano interminable, aunque tengamos que determinar la altura de los cordeles donde se probará nuestro equilibrio. Ten en cuenta que desde ahora todo debe ser más claro, vacío de esas dudas adultas y dormidas, con respuestas de nácar, con niveles que modificaremos a nuestro antojo.

Jamás he conocido una mujer como tú, tan fuera del mundo que dominaba, que manejaba, el que sabía. Eres diferente, me atraes hasta desafiar tantos ojos mirándonos como rocío en la hierba detrás de nuestros pasos.

Vete de viaje, sé feliz y vuelve. No te preocupes, veo tu alma transparente, tan delicada que no sabía que el prodigio estuviera escondido ahí, junto al cementerio de paredes verdes, junto al caserío blanco de aldeanos que cuidan sus vacas y sus costumbres, en esa persona, tú, que tejes un adagio que no conocía, yo, que en tantos conciertos he silbado eso de Yorgos Seferis, allí donde toques la memoria duele, que en tantas noches de ginebra y soledad he estado rodeado de sombras con forma de mujer y me han contado tantas y tantas mentiras, y verdades. Tantas y tantas manos tendidas y era otra cosa, porque ahí estaba el factor que marca la distancia, o la cercanía, que determina donde empieza la caricia y donde termina esta melodía que no sé detener porque te hablo y hablo y veo tus ojos de agua y me maravilla que en el mundo queden personas como tú, que deberías ser una especie protegida, que voy a proponerte como paraíso natural, como reserva de protección de lo que ya no hay.

No te preocupes con dudas y tristezas, siempre hay un mañana para llorar, hoy vamos a reírnos porque hemos estado juntos, mirando nuestro mar, mirando nuestro aventurada relación que crece desde nosotros como una planta incontrolable. 

Dejemos las tijeras de podar y abonemos confiados ese abrazo en silencio, las olas ahí abajo, sin gaviotas, las rocas, los vientos, nuestros pechos alborotados porque la piel nos quema y olvidarnos del mundo de ahí fuera. Se me escapan los caballos cuando te pienso y me vas a permitir que el próximo día no hablemos, no preguntemos, dejemos un minuto de silencio para oírnos, para escucharnos los corazones desbocados cuando nos miremos a los ojos. Te beso con tal ternura que me duele algún músculo perdido ahí, entre el cuello y el ombligo. ¿Será un sentimiento que quiere volar?




2 comments :

Insomnióptera dijo...

Volví, y si has estado, Pedro, te aviso, ¡maravilloso! Pero qué va, tú siempre estás. maravilloso. Lo que falta es la frecuencia con que te lo digo. Pero con que te sepas que lo pienso me conformo. Me ha encantado. He volado. He sentido un latido y otro y otro. Tu escritura me revive, Pedro. Siempre, te abrazo con cariño.

Pedro M. Martínez dijo...

Libélula, un alivio. Después del silencio. Recibo el abrazo y me emociono con el cariño.

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