Hablar por no callar.
Hablar ahora por no callar, salir desnudo a la calle a pintar los
escaparates, a romper farolas. El viento
se lleva las máscaras, las puertas están
selladas con cerraduras torcidas.
Ahorcar a los gatos con cascabeles,
tumbarnos sobre la arena del Sena y mirar como arden las estrellas. Un perro de
odio ladra allí, arriba, entre la niebla de la cordillera. Avivar la conciencia.
Sollozar al amanecer, extraer la
piedra de la locura, decir la canción aunque nadie la escuche, ser la canción.
Morir de desamor, gota a gota, día a día, carta a carta.
Escribir como un solitario hombre
que no canta, preso de la amusia, absorto en descifrar las letras del corazón,
la densa música del lenguaje en el silencio. En el pasillo bailan tres damas
enlutadas.
Mirar la luz ardiendo en la ventana
del alma, mirar a la niña, a su madre, mirar a través de la negación, creer en Ella
aunque ya no, ya no. Ramos de flores desoladas. Nadie duerme en la larga noche
de día anterior. Mi amante, esposada, camina sobre las aguas quietas de la
vigilia. El día anunciado es mañana. Arrepentíos, el fin del mundo se acerca.
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