Un trayecto del ser místico.
Un ser místico es un ser profundo-no hace falta
siquiera que sea religioso-, “que no puede parar de caminar, que, de algún modo
consciente y cierto de lo que le falta, sabe de cada lugar y de cada objeto que
no es eso, que no puede residir aquí ni contestarse con esto” (Michel de
Certeau).
En el trayecto de aquí hasta ahí busco las señales que me lleven, eso que no tiene nombre, la habilidad para distinguir entre lo permanente y lo accesorio, latitudes, longitudes, olores, brisas, miradas, alguien que mueva las manos y toque mi alma, sombras bajo árboles desconocidos, horas a deshoras, monedas que suenen diferente en los mostradores, sonrisas de luz, carreteras vacías, con arcén, viajeros perdidos en un aeropuerto con niebla, un lugar sin esbozos, elegido, no un desierto, no un final sin destino.
Tras el esto y el aquí siempre hay muchas cosas. (Isidoro
Reguera)
Busco
fronteras, quizás mis propias fronteras, esa raya que trazo sin saberlo. ¿Dónde
voy? Lo sé, busco al Otro, ese que son otros y yo y todos, enriquecernos
juntos, desposeerme, dar, saltar el muro del miedo a ser, pleno, libre. Un
ardiente norte. El reto de saberme en los demás.
La victoria es una ilusión de filósofos e imbéciles. (El ruido y la furia.-W. Faulkner)
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